Edición México
Suscríbete
Ed. México

El Imparcial / Columnas / Columna Tijuana

¿Es racional la postura de AMLO?

Una de las mayores dificultades que se han tenido desde la llegada a la presidencia de Andrés Manuel López Obrador, es que el presidente ha mostrado una visión radicalmente opuesta a la sociedad.

Una de las mayores dificultades que se han tenido desde la llegada a la presidencia de Andrés Manuel López Obrador, es que el presidente ha mostrado una visión radicalmente opuesta a la sociedad, en contra de algunos sectores (los empresarios, el feminismo), contra los especialistas y expertos en algunos temas e incluso en contra de la opinión de algunos miembros de su gabinete.

Lo estamos viendo ahora frente a la epidemia por el Coronavirus Covd-19, pero también frente a la inminente crisis económica que golpeará como nunca al país, ante lo cual se ha mostrado como despreocupado, como si fueran cosas sin trascendencia. “Es una crisis transitoria, no una debacle” dijo hace poco, hasta añadir luego algo sorprendente como esto: la crisis “nos cae como anillo al dedo”.

¿Son racionales estas posturas? ¿Por qué el presidente no cambia de opinión no obstante que la realidad se ha modificado profundamente con una epidemia de carácter mundial?

¿Por qué México es el único país que no tiene un plan económico para enfrentar la debacle que viene y que puede postrarlo por años, como ha sucedido con otras crisis que se han padecido?

Es difícil explicarlo, pero en mi hipótesis la postura del presidente (no sólo frente a estos fenómenos sino también ante otros problemas) se debe a dos razones principalmente. La primera, porque desconoce cómo funciona la realidad y no comparte la explicación de los científicos sociales. Y la segunda, porque López Obrador, cosa que se nos olvida, es fundamentalmente un líder moral, en donde se mezclan visiones con una enorme carga religiosa y política que busca la redención de los más pobres de la sociedad.

Estas dos posturas o visiones se expresan claramente ante la pandemia y la crisis económica que le espera al país. Al negarse a construir un plan de emergencia para impedir o amortiguar el golpe a las empresas y los negocios del país, que puede dar lugar a mayor desempleo y pobreza, AMLO no alcanza a darse cuenta que la crisis pegará con mayor dureza a los más pobres y aumentará exponencialmente su número.

¿Puede alguien alegrarse o decir que una crisis de estas características puede caer como anillo al dedo?

El presidente piensa que si el gobierno “aísla” a los grupos más pobres y sostiene los programas sociales y de apoyo hacia ellos, baja sueldos y controla la inflación, entonces los grupos más pobres no sufrirán por la crisis. El resto de los sectores como micro, medianos y grandes empresarios, profesionistas, trabajadores por su cuenta, etcétera, pueden entrar en recesión o en crisis, y todo eso no afectará al resto de la economía, en la visión de AMLO.

En la visión del presidente, el gobierno siempre dispondrá de recursos para ayudar a los más pobres no obstante que la economía del país esté en quiebra total.

Una explicación adicional a esta es que el presidente no va a salir a ayudar a los grupos o sectores de poder económico, a los que ha visto siempre como los depositarios de la ideología del neoliberalismo y como los principales oponentes a su gobierno, incluso a costa de una crisis económica generalizada. ¿Será por eso que la crisis puede caer como anillo al dedo?

La segunda explicación que proponía para entender la “inexplicable” postura de López Obrador ante estos problemas, tiene que ver con su visión política y con sus marcos históricos, que se inscriben en el pensamiento populista tradicional, al que añade, como lo hacen la mayoría de los líderes populistas, una enorme carga religiosa, combinada con un conjunto de símbolos y rituales que recoge de la cultura de los pueblos.

Desde este punto de vista, AMLO no tiene un proyecto para abatir o resolver el problema de la pobreza como problema social, sino que más bien busca redimir a los pobres, protegerlos, cuidarlos, ayudarlos, salvarlos (como pretende la Iglesia católica o de otro tipo), proponiendo o proyectando como un modelo sus formas de vida, sus valores y, sobre todo, su “felicidad”. El cambio para Amlo radica aquí, y no en lo que significa la economía del neoliberalismo.

En realidad, por eso mismo el presidente tiende a contraponerse a casi todos los sectores sociales que no entienden o no comparten esta visión con respecto al pueblo y a los más pobres. La presidencia es una especie de pulpito para sensibilizar a la sociedad sobre esto y para combatir a todos sus enemigos.

Desde esta perspectiva, la presidencia para López Obrador no es el punto de partida para emprender un cambio estructural, social o político, o para liderar el proceso en medio de una crisis mundial, sino que es un momento para “evangelizar” o crear conciencia de que el camino está en las viejas raíces del pueblo y no en el mundo artificial del neoliberalismo.

*El autor es analista político

En esta nota