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El perfil de las corcholatas de AMLO

Desde su destape, el 5 de julio de 2021, ha quedado mucho tiempo para ver y escuchar lo que dicen los tres personajes que López Obrador nombró o definió como posibles candidatos de Morena a la presidencia en 2024.

Desde su destape, el 5 de julio de 2021, ha quedado mucho tiempo para ver y escuchar lo que dicen los tres personajes que López Obrador nombró o definió como posibles candidatos de Morena a la presidencia en 2024. Sin embargo, también hay que agregar aquí a Ricardo Monreal que no fue incluido en esta lista, pero él ha buscado por todos los medios ser considerado.

Entonces, hacer un perfil de todos ellos no es muy difícil, aunque obviamente muchas zonas oscuras permanezcan ocultas. Empecemos por un rasgo que en casi todos los análisis que he visto se pasa por alto: que con excepción de Claudia Sheinbaum, todos los demás son políticos que vienen o pertenecieron al viejo régimen que estuvo dominado por el PRI, principalmente en los años 60 y 70. De ahí vienen Adán Augusto López, Marcelo Ebrard y Ricardo Monreal.

Para mi esta ha sido la principal contradicción de la 4T y de toda la visión política de AMLO: querer cambiar el país poniendo al frente del gobierno a los cuadros políticos que cargan tras de sí todas las mañas y las concepciones del priismo autoritario que gobernó al país durante largo tiempo.

El comportamiento que hemos visto de todos estos personajes desde su “destape”, ha sido el de los políticos del viejo régimen. Aceptan las reglas impuestas desde la cúspide del poder, en este caso del presidente, aunque no les favorezca y, a partir de ahí, inician un proceso caracterizado por el sigilo y la cautela, con golpes por debajo de la mesa a sus rivales, intrigando y soltado rumores.

Son los viejos estilos de nuestra política que AMLO ha revivido alegremente. La política, o mejor dicho, el quehacer político, se concibe como el arte del engaño o como un juego de posiciones entre enemigos o rivales. Algunos la comparan con la guerra, siguiendo o leyendo a algunos autores como el milenario Sun Tzu (El arte de la guerra), porque creen que de ahí pueden abrevar para aplicar en su carrera política.

El político de esta escuela o del viejo régimen mexicano, recurre a todos los medios abierta o sutilmente para abrirse paso y tratar de inclinar la balanza a su favor. Domina el pragmatismo y muchos trucos publicitarios para acercarse a su objetivo. Dice frases enigmáticas para despistar a sus destinatarios. Hace campaña pero lo niega o la disfraza de otra cosa.

Esta es una vertiente del perfil de los precandidatos, pero hay una segunda. ¿Qué proponen las corcholatas? No proponen nada porque, obviamente, sería un suicidio. No pueden proponer nada que sea distinto o que vaya en contra del presidente. Entonces, se mueven en el “limbo” y realmente no se sabe si van o vienen. Su objetivo único es agradar y atraer la simpatía del que va a decidir, que es el presidente.

De esta forma se han comportado Adán Augusto López, Marcelo Ebrard y Ricardo Monreal, con algunos pequeños matices. Su actuación ha sido de una pobreza impresionante. Sobre todo si consideramos que aspiran a representar una profunda transformación del país.

Nos queda Claudia Sheinbaum, aparentemente la preferida de AMLO. Ella no viene del viejo régimen, sino más bien de los movimientos universitarios en la UNAM de los años setenta y ochenta. Se esperaba mucho de ella por lo mismo, pero su papel al frente del gobierno de la CDMX, ha dejado mucho que desear. Claudia quedó atrapada en el dilema que López Obrador les impuso a todos los gobernadores: o gobiernas o te dedicas a apoyar al presidente y a la 4T.

Sheinbaum se ha visto más preocupada por mostrarse como una buena discípula de AMLO, incluso frente al movimiento feminista al que el presidente se ha opuesto acremente. No se le ha visto una actitud democrática y progresista, o de izquierda, como se esperaba, y en su lugar ha preferido seguir los pasos del presidente que está detrás de muchas de sus decisiones políticas.

El experimento de las corcholatas que introduce López Obrador para buscar al candidato presidencial, quizás sea para encubrir su decisión de apoyar a Claudia, haciendo creer que hay competencia dentro de Morena; o bien, para darle tiempo de crecer y madurar políticamente. Pero si llegado el momento eso no ha sucedido, AMLO puede nombrar a otro candidato.

El problema es que ninguno “crece” y cada vez es más alarmante (para el presidente) ir a una contienda difícil con corcholatas de tan bajo nivel. AMLO sólo tiene dos opciones para que haya un sucesor que se pliegue a su proyecto: Claudia y Augusto López. A los otros dos no los considera fieles creyentes.

El hecho real es que López Obrador dejó pasar la oportunidad para abrir un juego sucesorio democrático y prefirió ajustarse a los viejos moldes del sistema político mexicano. Es difícil que de aquí salga algo nuevo. Lo sabremos pronto.

*El autor es analista político.

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