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El origen del odio al indio

Tenemos a personas que dicen que saben leer y escribir, pero son analfabetas en lo que se refiere a lo que es el sentido común.

Tenemos a personas que dicen que saben leer y escribir, pero son analfabetas en lo que se refiere a lo que es el sentido común.

Si habláramos de incultos, deberíamos de empezar por los que no tienen la calidad ni la virtud de respetar a todas las personas, independientemente de su estatus económico, civil, político o religioso. En México, y lo hemos visto más ahora en los últimos tiempos a raíz de las ideas políticas obtusas sobre quien es fino y quien no; de quien es preparado y quien no; de quien si sabe y quien no; discutidas ampliamente por necios; se ha creado socialmente una brecha más grande entre las diferentes clases sociales y sectores económicos del país. Hay mucha gente que se ha ido politizando por manipulaciones, fanáticamente, y sin las bases de una cultura política digna. Y es que la cultura oficial nunca ha buscado tener un ciudadano activo, sino una ciudadanía dominable.

La formación y el mantenimiento de un país, exige una cultura que lleve a la reflexión constante. Si no podemos cuestionarnos con integridad, no avanzamos. México, en muchas cosas, continúa siendo injusto: su elite política, siembra desigualdad económica, injusticia social, opresión política, etcétera. La sociedad de castas formada desde el gobierno colonial español, esta disfrazada de igualdad y hace de nosotros una sociedad racista. El racismo es una vía político-cultural para el control social. Ni las culturas producidas por la Independencia y la Revolución, como cambios sociales supuestamente radicales, han logrado borrar nuestras cargas. El desprecio por los otros y la guerra de todos contra todos, determina nuestras relaciones, y la solidaridad de los fuertes con los débiles es inexistente.

Minimizar al otro, hacerlo sentirse mal, llenarlo de adjetivos que lo descalifiquen, es violento y perverso. Para el poder, conseguir que el sometido viva siempre a la defensiva, constituye una condición ideal. Los odios de todos contra todos permiten a muchos sacar provecho.

La colonización de América Latina incluyó la intención de destruir una civilización y crear una nueva, la católico-española. Tal proyecto de destrucción, desde sus inicios repudió al indio. Y de ahí surgió el odio. Para la inmensa mayoría, los indios siempre fueron y son: inferiores, flojos, borrachos, sin inteligencia e ignorantes del verdadero Dios. La nueva sociedad, pronto se vio rebasada y las castas pasaron a considerarse una “plebe”.

Hasta hoy, los discursos paternalistas no han servido. Y después de varios siglos, no logran resolver mucho, porque siempre se les ha tenido a los indios oprimidos y sumidos en el desprecio. La cultura de las élites, como esa de la que alguien se quejaba desde la época de Don Porfirio, continua hoy: todavía albergan sentimientos de castas, y piensan que sólo ellas pueden salvar al pueblo de México y lo que hagan siempre será bueno para todos.

La sensibilidad cultural es necesaria para sobrevivir, buscando el encuentro con otros, en una cohesión social pura y digna.

*El autor es asesor administrativo, presidente de Tijuana Opina y Coordinador de Tijuana en Movimiento.

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