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El océano Pacífico, el Mar de Cortés

Vivimos en un mundo abierto, lleno de rutas comerciales, donde la naturaleza lucha contra la multitudinaria contaminación y termina, tarde o temprano, por sucumbir a ella.

Vivimos en un mundo abierto, lleno de rutas comerciales, donde la naturaleza lucha contra la multitudinaria contaminación y termina, tarde o temprano, por sucumbir a ella. Cada uno de nosotros puede verlo en la región que le toca vivir. Cada día, los niveles de polución del aire, el agua o los suelos crecen, se multiplican. Pero también podemos ser testigos de cómo el mundo natural logra sobrevivir a la pesada mano del progreso, de la civilización industrial con su hambre depredadora, consumidora de recursos vitales. Aún hoy en día, en este siglo XXI, podemos observar a la naturaleza en todo su esplendor, en toda su diversidad, con toda su fuerza e impulso.

Si vemos nuestra cercanía, podemos contemplar al océano Pacífico y descubrir que éste siempre ha sido mar arisco para los mexicanos, mundo aparte, que conlleva peligros incontables y pocos tesoros a la vista. Región de tempestades legendarias, el Pacífico apenas comienza, con la Segunda Guerra Mundial, a tener un sentido de frontera a cuidar, de espacio a proteger. Hoy está lleno de desarrollos turísticos, puertos de altura y zonas en veda para el cuidado de nuestros preciosos recursos naturales. Horizonte marítimo, vasto y poderoso, del que han contado sus retos y desafíos autores tan distintos como Rafael Bernal y José María Barrios de los Ríos, pasando por John Steinbeck, David Martín del Campo, Fernando Jordán y Miguel Ángel Millán Peraza, entre muchos otros. Yo lo veo como un mar de aguas frías, de marejadas letales, que han cobrado la vida de escritores como Concha Urquiza y Jorge Alvarado. Orbe al que hoy acuden, en masa, los spring-breakers, los jóvenes estadounidenses que ven en nuestras playas el desfogue, el relajo, la diversión extrema. Fiesta multitudinaria, la suya. Borrachera colosal que hace de nuestro océano todo menos un lugar aparte, un sitio pacífico.

Y si vemos aún más cerca, aparece el Mar de Cortés, como un acuario natural, como un tesoro que debemos proteger de sus más ávidos destructores, es decir, de nosotros mismos. Ante las frías aguas del océano Pacífico, las aguas del mar de Cortés (cálidas, tranquilas, poco propensas a las sorpresas y los ciclones) hablan más de una cultura de la continuidad, la displicencia, las rutinas generosas, la contemplación antes que la acción. Pero ésa es sólo una visión pasajera. Hay que recordar aquí la novela Mancha! Al olor de la sardina (1972) del poeta y periodista Miguel Ángel Millán Peraza (Mazatlán, Sinaloa, 1911-Tijuana, Baja California, 1982), quien llegó a nuestra entidad en los tiempos de la Segunda Guerra Mundial y en nuestras tierras destacó como vate ganador de numerosos juegos florales en el noroeste de México, siendo además el director de la revista Letras de Baja California (1967-1982), donde reunió a los autores principales, narradores, poetas, ensayistas y dramaturgos, de la generación de la Californidad, publicando en sus páginas a escritores de Sonora, Sinaloa, Nayarit, Baja California Sur y de nuestro estado.

En Letras de Baja California publicó mucha de su obra en fragmentos o capítulos, que después publicaría como libros. Eso es lo que pasó con Mancha! Al olor de la sardina, su novela sobre la vida pesquera en el Mar de Cortés, que Millán Peraza, como buen mazatleco, conocía de primera mano. En esta novela nuestro autor supo narrar, por medio de una serie de acontecimientos épicos, el entorno y la vida de los pescadores en sus barcos deteriorados, de la pesca de sardina como una lucha de vida o muerte.

Llena de aventuras, peligros, percances y tragedias, esta novela se lee de una sentada y sirve para recordarnos que, entre los trabajos históricamente importantes de esta región del mundo, la pesca es uno de los que más riesgo conlleva. Se requiere un tipo de persona que acepte la apuesta de entrarle a un mar que a veces da a manos llenas y otras quita toda esperanza de sobrevivir, con un clima que en ocasiones es paradisiaco y en otras ocasiones es la tempestad imparable. Historia de arrojo humano en las aguas siempre cautivantes del Mar de Cortés. Relato de un realismo estremecedor que sigue siendo una de las obras maestras de la novela costumbrista del norte del país.

*El autor es escritor, miembro de la Academia Mexicana de la Lengua.

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