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El fracaso de Morena en BC

El gobierno de Morena en Baja California está terminando dos años de gestión al frente de la gubernatura y de las alcaldías, con resultados que hasta ahora son desastrosos en términos generales.

El gobierno de Morena en Baja California está terminando dos años de gestión al frente de la gubernatura y de las alcaldías, con resultados que hasta ahora son desastrosos en términos generales. Algunos creen que esto se debe al corto periodo que les correspondió, pero hay otros elementos para explicar el mal desempeño que han tenido.

Para empezar, no hay que olvidar que cualquier evaluación de este gobierno tiene que hacerse en función de lo que Morena prometió que iba a cambiar y de lo que se propuso hacer de acuerdo a las propuestas y consignas del movimiento de López Obrador. Un aspecto que generalmente se olvida en las evaluaciones.

Esto significa que después de su aplastante triunfo a nivel nacional y local, lo mínimo que podría esperarse que se produjera en corto tiempo eran cambios de fondo, y nuevas estrategias para construir gobiernos más eficientes, más transparentes y limpios, más honestos, más democráticos y menos autoritarios.

Pero nada de esto sucedió, por lo menos hasta ahora. Por ningún lado se ven los avances o el sello particular del gobierno de Morena. Los problemas de la entidad siguen ahí y varios con tendencias a empeorar. En todos los renglones y áreas de la vida social y política los problemas se han agravado con Morena.

Las ciudades del estado están descuidadas, sucias y abandonadas, contaminadas, caóticas, inseguras y algunas como Tijuana, por ejemplo, ocupan los primeros lugares a nivel nacional en homicidios dolosos y otros delitos. El número de muertos diarios oscila entre 8 y 10, y algunos homicidios ocurren a plena luz del día y en zonas céntricas de la ciudad.

En servicios públicos las cosas están igual o peor en algunas ciudades, como es el caso del agua potable que, bajo los gobiernos de Morena, se ha convertido en un servicio incierto por los constantes cortes que lleva a cabo el gobierno estatal, como nunca antes había sucedido. Lo mismo en términos de pavimentación, con vialidades intransitables y abandonadas.

La caída de las ciudades es evidente en toda la entidad. Las áreas verdes están en franco deterioro; el tráfico (incluso en plena pandemia) es un nudo ciego en ciudades como Tijuana; las colonias y las zonas periféricas son inseguras y todas lucen en el abandono.

Si a todos estos aspectos agregamos el problema de la corrupción en los gobiernos, tampoco hay avances. Por el contrario, en los gobiernos de Morena impera la opacidad, las decisiones discrecionales del jerarca en turno, decisiones que se toman en lo oscurito (o de madrugada), como si gobernara un grupo de hampones.

Ahí está el caso bochornoso y patético de Tijuana cuyo alcalde, Arturo González Cruz, pidió tres veces licencia y entabló un pleito purulento con el gobernador Jaime Bonilla y éste contra el alcalde. La ciudad ha estado a la deriva durante dos años, con gobiernos provisionales y efímeros, como un rehén de dos bandos que tienen como propósito destruirse mutuamente. Este ha sido el gobierno de Morena. Tijuana no es la única.

¿Cómo explicar este desastre en los gobiernos morenistas? Es muy fácil. El problema viene de la anomalía que representa Morena a nivel local (y nacional) en su conformación política. Morena no es un partido, pero tampoco un movimiento, sino un injerto de personajes y corrientes que se formaron en las viejas reglas del anterior régimen político que arrastran actitudes autoritarias y ambiciones personales.

No es un grupo cohesionado por una determinada ideología o por un proyecto de gobierno en particular, con un propósito de cambio de largo alcance, sino simplemente son personajes que se incorporaron al movimiento de AMLO por razones diversas, desde las de carácter político hasta por simple oportunismo.

¿Cómo puede este grupo heterogéneo compuesto por viejos priistas, empresarios pragmáticos como Bonilla, panistas y expanistas arribistas, ex perredistas y políticos que se reciclan en cada oportunidad, perseguir objetivos comunes y gobernar bajo una línea
coherente? Son políticos que sólo buscan tener poder personal y un acceso ilimitado al presupuesto público.

Por esto, una constante en los gobiernos de Morena en BC, pero también a nivel nacional, es el conflicto, la división, los pleitos abiertos o soterrados, porque nadie en realidad está movido por un proyecto ideológico de cambio, sino por el siguiente puesto.

Finalmente, un punto clave en la evaluación de este gobierno es: ¿con Morena gobierna el pueblo o son las mismas élites políticas las que siguen teniendo el control? Me gustaría equivocarme, pero en mi pronóstico las cosas no van a cambiar con los gobiernos que vienen.

*El autor es analista político

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