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El Valle de los Caídos

Desde su llegada a la Moncloa, el 17 de junio de 2018, el socialista Pedro Sánchez inició el camino político y judicial para lograr lo que ninguno de sus antecesores, presidentes de izquierda y de derecha, se atrevieron a hacer en España: exhumar los restos del sanguinario dictador Francisco Franco...

Desde su llegada a la Moncloa, el 17 de junio de 2018, el socialista Pedro Sánchez inició el camino político y judicial para lograr lo que ninguno de sus antecesores, presidentes de izquierda y de derecha, se atrevieron a hacer en España: exhumar los restos del sanguinario dictador Francisco Franco, depositados en el monumental mausoleo del Valle de los Caídos. Los huesos del dictador fueron trasladados ya a otro cementerio, en el barrio de El Pardo, donde se encuentran los de quien fuera su esposa. Ni Felipe González, ni Rodríguez Zapatero, ni Aznar, ni Mariano Rajoy, ni tampoco los reyes borbones tuvieron los arrestos para interrumpir ese agravio continuado por más de 43 años.

Un rasgo aberrante de la democracia española fue mantener ahí, como una suerte de santuario inadmisible, los restos mortales de quien condujo a España a un régimen de terror y autoritarismo en una de las dictaduras más prolongadas en Europa.

La decisión de retirar los huesos del dictador del complejo, considerado patrimonio nacional, se enfrentó al rechazo de la familia y la ultraderecha que intentaron, con recursos judiciales, que no se llevará a cabo la operación, misma que, finalmente, tuvo lugar ayer en un hito para la historia.

El Valle de los Caídos es, en sí mismo, un conglomerado macabro y siniestro, envuelto en símbolos de la Iglesia Católica. Construido con trabajo forzado de prisioneros de guerra, fue la primera gran obra para inaugurar el franquismo y en la que quedaron atrapados los restos de decenas de miles de muertos. El dictador ordenó enterrar ahí a José Antonio Primo de Rivera, el fundador de la Falange española y los cuerpos de 33,832 combatientes de ambos bandos de la guerra. Se calcula que unos 13 mil nunca fueron identificados. Los restos humanos colocados a lo largo del complejo quedaron entremezclados entre las mismas criptas y aquello terminó por ser "la fosa común más grande de España". Estudios e investigaciones ilustran sobre cómo los cadáveres acabaron formando parte de las mismas estructuras del edificio, al haber sido utilizados los restos para rellenar orificios y cavidades de las mismas criptas.

La memoria histórica intenta abrirse paso y, aún ahora, algunos buscan rescatar restos de sus seres queridos, es el caso de los hermanos Lapeña cuyos familiares se esfuerzan en que se permita la exhumación de sus restos. El abad de la orden religiosa a la que encargó Franco cuidar criptas y fosas se niega a que se realice el procedimiento, alegando que es todo tan frágil que en la maniobra pueden dañarse los restos de otras personas. La orden judicial indica que debe abrirse paso a los trabajos que permitan la exhumación de 8 cadáveres, pero la abadía que custodia no parece dispuesta a cumplir ese mandato.

El mausoleo que se mandó construir el dictador alberga a miles de personas que el sentido común diría que es obvio que jamás hubieran querido quedar ahí, compartiendo con el verdugo el inmenso camposanto. Con el respeto debido era imposible imaginarlos descansado en paz. Pensemos que, después del desagravio de ayer y el retiro de los huesos podridos de Francisco Franco, quedarán los miles de personas cuyos restos yacen aún en ese valle de la cruz gigante.

El Presidente en funciones, Pedro Sánchez, destacó que con la exhumación de los restos del dictador "...se pone fin a una afrenta moral, para dar un paso más en la reconciliación que sólo puede descansar en la democracia y la libertad".

Algunos acusan a Sánchez de montarse en el acto para capitalizarse electoralmente, otros repudiaron las horrendas formas en que se dio el traslado o reclaman porque se permitió algo que tuviera siquiera un aroma a homenaje.

La imagen del féretro ingresando a un coche, con la familia al lado, exhalando un patético viva España, viva Franco, resultó, sin duda, pavorosa. Sin embargo, el hecho es uno: a partir de este jueves, no habrá más un lugar de culto inadmisible a Francisco Franco; no habrá más un mausoleo de Estado y patrimonio nacional en el que se rinda tributo a un sanguinario dictador.

Apenas un gesto de reivindicación a la memoria de los miles de personas perseguidas, encarceladas y asesinadas por un régimen represor y asesino que no debe volver más.

*- La autora es periodista.

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