Edición México
Suscríbete
Ed. México

El Imparcial / Columnas / Columna Tijuana

Dos casas bibliotecas

En el Mexicali de las últimas décadas del siglo XX, en aquellos tiempos en que iba conviviendo con la comunidad cultural de la ciudad capital del estado de Baja California, tuve el privilegio de conocer dos de las más importantes bibliotecas privadas que en esta ciudad existían: la del ingeniero Adalberto Walther Meade y la de los esposos Charles y Anita Williams.

En el Mexicali de las últimas décadas del siglo XX, en aquellos tiempos en que iba conviviendo con la comunidad cultural de la ciudad capital del estado de Baja California, tuve el privilegio de conocer dos de las más importantes bibliotecas privadas que en esta ciudad existían: la del ingeniero Adalberto Walther Meade y la de los esposos Charles y Anita Williams, ambos apasionados fotógrafos integrantes del legendario grupo fotográfico Imágenes. Hay que hacer notar aquí que entonces Mexicali tenía un buen surtido de librerías y bibliotecas públicas a disposición de los interesados, como yo, en la historia de nuestra entidad.

Desde mi vuelta a mi pueblo natal y al percatarme de mi ignorancia en cuanto a la bibliografía sobre mi propia región, decidí que debía dedicarme a comprar y leer todo lo que hubiera salido sobre Baja California en forma de libros, folletos, revistas y periódicos. Lo primero que descubrí es que por cada libro en español sobre nuestra península había cinco o más en inglés. Que los estadounidenses estaban más interesados en contar sus descubrimientos de todo tipo gracias a los frecuentes viajes que realizaban por este territorio y a que había un público, sobre todo en California, pero también en los círculos ambientalistas y de exploradores de la naturaleza, y por eso es que se habían propuesto publicar sus hallazgos en flora, fauna, etnias, ruinas misionales, rutas por el desierto, travesías marítimas y exhumación de textos de siglos pasados relacionados con crónicas de los acontecimientos principales que por estos ámbitos tuvieron lugar.

En mi caso, los sucesos culturales, artísticos y literarios eran los que más me llamaban la atención. Yo no leía los libros de historia sólo como fuentes de información sino como obras literarias. Cuando me hice amigo del historiador Adalberto Walther Meade, a quien conocí en el Departamento de Editorial y Diseño Gráfico de la UABC en los sótanos del edificio de Rectoría, sitio al que acudía a recoger los ejemplares de la revista Calafia, publicación oficial del Instituto de Geografía e Historia que presidía, descubrí a un entusiasta de nuestro pasado que era de una generosidad sin par. Al ver que mis intereses eran históricos, pero más de contenido literario, me prestó dos libros de su biblioteca: El país de las perlas y cuentos californios (1908) de José María Barrios de los Ríos y Palos

de ciego (1923) de Facundo Bernal, que logré fueran publicados, en edición facsimilar, por el Instituto de Cultura de Baja California en 1989.

Una vez visité la casa-biblioteca del ingeniero Walther Meade por la colonia Nueva, un recinto estilo misional californiano, y tuve el honor de tener en mis manos ediciones originales de algunos de los hitos de la historiografía bajacaliforniana de siglos pasados. Libros bien conservados y bien leídos. En aquel Mexicali de los años ochenta y noventa del siglo XX, las casas bibliotecas eran una muestra de que sus dueños habían invertido en Baja California como una causa personal que era toda una declaración de principios: los de la preservación de nuestros saberes regionales, los de la defensa de nuestros más insignes antepasados que hicieron del estudio de lo nuestro su propósito en la vida.

Si la casa biblioteca de don Adalberto era un recuento de documentos y libros, planos y mapas, folletos e informes, estudios y monografías que iban del español al inglés, pasando por obras escritas en otros idiomas, pero todos necesarios para entender cómo llegamos a construir nuestro estado, la casa biblioteca de los esposos Charles Williams y Anita Álvarez de Williams denotaba intereses parecidos más no idénticos. Ubicada también en la colonia Nueva, la casa estilo moderno de este matrimonio de fotógrafos -y donde Anita también sobresalía como especialista de la etnia cucapá, a la que le había dedicado ensayos y publicaciones de primer nivelera una biblioteca donde imperaba el tema de Baja California, pero que se abría más a los libros de fotografía y a las obras de exploradores estadounidenses. Mayoritariamente era en inglés y aunque había en ella las obras clásicas, la mayoría eran publicaciones del siglo XX. Si la biblioteca de Walther era un templo al pasado misional, la de los Williams era una casa rodante para salir de viaje y visitar nuestras riquezas naturales y humanas.

En ambos casos, estas dos bibliotecas privadas me hicieron ver que, para comprender a Baja California a cabalidad, debía leerla en extenso; que cada libro sobre ella era una ruta por explorar, un camino a seguir.

En esta nota