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Don Jorge

De chico recuerdo a mamá asistiendo a los festivales que por motivo del día de las madres se organizaban en mi colegio, se tenía que fletar a todos nosotros o recitando...

Somos lo que Hacemos

De chico recuerdo a mamá asistiendo a los festivales que por motivo del día de las madres se organizaban en mi colegio, se tenía que fletar a todos nosotros o recitando, o cantando desafinadamente, pero con harta enjundia, o bailando la Danza de los Viejitos o entregarle un espantoso portamacetas de macramé; en aquellos días nadie celebraba a los padres en día alguno. En casa siempre se nos inculcó que el amor se cultiva a diario, a toda hora y de manera sostenida, ante la adversidad y en las alegrías, que la familia es lo que nos une, y que, si uno cuenta con la inmensa oportunidad de contar con papá y mamá, y si ellos se dedicaron a romperse la vida para que a nosotros nada nos faltara, ser hombres y mujeres de bien era simplemente nuestra obligación.

Mi casa fue un matriarcado, recuerdo perfectamente que si papá decía si, y mamá lo contrario, no había nada más que ver. Jorge, mi padre murió muy joven, cumplió 60 en el hospital, su partida fue desgarradoramente pronta, pero su recuerdo ha acariciado el corazón de todos nosotros desde que partió.

Papá, era un hombre serio y formal, de pocos amigos y muchos conocidos, religioso, conservador y de firmes convicciones, bromista con sus hijos y distante con los desconocidos, metódico en su diario actuar, compañero de mamá en las buenas y en las malas, gran proveedor, uf, junto con mi madre hizo la magia para que sus 9 hijos tuviéramos siempre todo, si bien no lujos, si la comodidad que da la seguridad de la buena escuela, de por lo menos un viaje al año y esperar la promoción del dos por uno que Zapatería Reforma hacia anualmente para poder hacernos de un par de buenos tenis.

Papá fue un hombre firme de ideas y convencido de que su posición de proveedor familiar era lo más importante; recuerdo como después de terminar con su jornada diaria, llegaba puntualmente por un whisky al Manuets, los viernes, cuando la cartera lo permitía y su ánimo era más relajado pedía uno para llevar y tomárselo en casa al amparo del árbol Yucateco más grande que haya existido en la Colonia Nueva contemplando el cielo estrellado, sentado en una mesa de jardín disfrutando de nuestra compañía.

Mi padre fue un gran deportista, poseedor de varios récords de atletismo nacional por mucho tiempo, su foto brincando un pick up de defensa a defensa apantallaba a cualquiera, su verdadera pasión fue el béisbol; en casa, con 6 hijos varones teníamos que esperar semanas el turno para acompañarlo a los juegos de beisbol. Recuerdo a mi padre como un ávido lector, leía todas las noches antes de dormir, difiero de sus lecturas, admito que la mayoría de ellas versaba sobre temas que no son de mi interés; lo que daría por tomarme una cerveza con él y poder platicar al respecto, yo que soy un cabeza dura completamente escéptico de cualquiera de sus temas de lectura.

Nunca festejamos día alguno del padre, en aquellos días a nadie se le ocurrió, ser papá era un papel que se asumía a la distancia y de forma cabal, nunca le hablé de usted, siempre fue papá en primera persona, nunca fue el amigo personal, siempre fue eso, el mejor papá. Un abrazo grande a todos.

* El autor es empresario y ex dirigente de Coparmex Mexicali.

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