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Coronavirus permanente

Entregado el país al capitalismo foráneo por parte del Prigobierno a partir de la presidencia de Miguel Alemán Valdez, 1946-52, la clase política en acuerdo con la burguesía local inauguraron el llamado “milagro mexicano”...

Entregado el país al capitalismo foráneo por parte del Prigobierno a partir de la presidencia de Miguel Alemán Valdez, 1946-52, la clase política en acuerdo con la burguesía local inauguraron el llamado “milagro mexicano” donde, según los ideólogos al servicio del régimen, comprendió la irrestricta apertura a la inversión extranjera para transformar al México agrario en uno industrializado prometedor de empleos, finanzas sólidas, excelente educación y otros copiosos éxitos todo, dicho sea, en respuesta y reto a los nuevos tiempos trazados por la “familia revolucionaria y sus visionarios guías”.

Huelga revivir que la retórica pregonada por el PRI en los hechos nunca generó lo prometido sino al contrario; las reformas y cambios impuestos terminaron en un parto donde el producto no fue reconocido por el régimen dejando, en la misma orfandad y desamparo, a las mayorías sin dejar de admitir el inicio concentrador de la riqueza con la correspondiente imposición monopólica, corrupción e impunidad que ya apuntalada definió la perpetua dependencia económica del país.

Anclada las masas en aquel devastador oleaje los priistas no lograron contener el descontento social, y dispuestos a imponerse, aplicaron un menú de acciones preventivas represivas, gestionando demandas u operando programas con la finalidad de amortiguar graves conflictos por medio de prebendas, llevando dádivas o repartiendo leche mezclada con agua que más allá del propósito electorero en sí, con esas formas debutaron, se estrenaron las políticas sociales llamadas benefactoras consistentes en brindar canonjías, por no decir espejismos, a los descamisados en gracia a las utilidades de una minoría de privilegios.

Regresando a los días y noches del tiempo presente por más de 70 años los clanes herederos de aquellas medidas abusivas, incluyendo a la partidocracia imperante, la tradición de seguir dando “atole con el dedo” a los hambrientos y sedientos apartados a paladear una vida digna y no restringida a solamente chuparse los dedos con las limosnas recibidas, el resumen de los populacheros proyectos se ilustran con el aumento progresivo de la pobreza.

Una Inobjetable realidad que muestra, por un lado la explotación, y por otro, el yugo histórico de una desigualdad social que acusa la mezquindad de un régimen antipopular como siniestro.

La realidad es necia que incluso las propias instituciones públicas asumen que, por ejemplo, de los millones de mexicanos sumidos en la pobreza más de 22 millones tienen menos de 18 años de edad, lo cual se refiere a una muchedumbre carente de los satisfactores mínimamente indispensables para estudiar, tener salud o medio alimentarse pues ya calzar y vestir resulta un lujo impensable.

No es exageración precisar que un cuadro como el aquí ofrecido significa poca cosa, o casi nada, ante el escalofriante coronavirus porque, si algo resulta más terrible, es la eterna, perpetua desnutrición y enfermedades que por su presencia y atrocidad el pueblo padece, entre otras, sucumbir a causa de la miseria que generación tras generación son orillados a sufrir.

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