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Albazo en despoblado

Noche de bodas. El novio estaba entregado a la dulcísima tarea de hacer el amor por vez primera con su flamante mujercita. De pronto ella empezó a clamar con gemebundo acento: “¡Ay, el coronavirus!

Noche de bodas. El novio estaba entregado a la dulcísima tarea de hacer el amor por vez primera con su flamante mujercita. De pronto ella empezó a clamar con gemebundo acento: “¡Ay, el coronavirus! ¡Ay, la caída en el precio del petróleo! ¡Ay, el alza del dólar! ¡Ay, el aumento en la criminalidad!”. Al escuchar tales lamentos se le bajó al galán el ímpetu amoroso que hacía unos instantes lo había poseído. Le preguntó a su dulcinea, mohíno: “¿A qué esa quejumbre, Dulciflor? ¿Es éste el mejor momento para traer a colación los graves problemas nacionales?”. Explicó la muchacha: “Mi mamá me dijo que al hacer el sexo debo lanzar ayes y quejidos, pues eso les gusta mucho a los hombres”. En la azotea el erizado gato le declaró, vehemente, a la esquiva gatita: “¡Daría mi vida por ti!”. Preguntó ella poco convencida: “¿Cuántas veces?”. Nalgarina, de profesión vedette, le presumió a su amiga Tetonia: “He estado en los mejores hoteles de la ciudad”. “Ya lo sé -replicó la otra-. Una hora en cada uno”. Conocemos bien a Jactancio: es un sujeto presuntuoso, ególatra, pagado de sí mismo. Fue con una musa de la noche al popular Motel Kamawa, en cuya habitación 210 se llevó a cabo el consabido trance. Acabada la acción el narcisista individuo le dijo a la damisela: “Ya puedes retirarte”. Preguntó con inquietud la daifa: “¿Y el dinero?”. Indicó Jactancio con gesto displicente: “Déjamelo sobre el buró”. En cinismo igual, o parecido, incurrieron los diputados de Morena que en un albazo legislaron pro domo sua, esto es decir en su propio beneficio, a fin de permitirse a sí mismos la reelección en condiciones de ventaja frente a sus eventuales adversarios. Buena cosa es que el Presidente López Obrador haya expresado su contrariedad ante esa acción, y que asimismo la hayan condenado algunos destacados morenistas como Porfirio Muñoz Ledo, Ricardo Monreal y el propio dirigente del partido, Alfonso Ramírez Cuéllar. A diferencia de algunos amigos míos no veo en esa intentona un buscapiés para tantear el terreno con vistas a una posible reelección de AMLO. Mi pesimismo sobre el régimen no llega a tal extremo. Aun así celebro que la maniobra de los legisladores -llamémoslos así- de Morena tenga oposición en sus propias filas. Espero que el Senado frene definitivamente esa burda pretensión a todas luces indebida. La linda Rosibel le contó a su amiga Melibea: “Don Algón es un viejo libidinoso, lascivo y lujurioso. Me dijo que si pasaba un rato agradable con él me regalaría este reloj”. El hijo de Babalucas comentó en su casa: “La maestra dijo que le debemos la luz a Edison y el teléfono a Alejandro Graham Bell”. “¡No es cierto! -protestó con enojo Babalucas-. ¡Ya pagué los dos recibos! ¡A ésos ni los conozco!”. Don Languidio acudió a la consulta del doctor Ken Hosanna y le pidió que le diera algo para fortalecer la libido, pues tenía dificultades para izar el lábaro de su masculinidad. El médico le recetó una crema llamada Gel Erótiko, preparada por él mismo a base de extracto de hierba damiana, solución de hueva de liza y clorhidrato de yohimbina, la cual crema producía un erguimiento rápido, firme y duradero. Al día siguiente don Languidio llamó muy preocupado al facultativo y le preguntó si había algún antídoto contra el gel. Dijo: “Mi esposa lo confundió con su champú. Ahora tiene el pelo todo levantado y no se lo podemos aplacar”. (Nota. Sin necesidad de sustancias peligrosas don Languidio habría podido solucionar su problema con sólo un trago de las miríficas aguas de Saltillo, cuya virtud potenciadora es conocida en todo el universo). FIN.

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