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A la defensiva

La noche del martes pasado manejaba por la angosta carretera que viene del Ejido Nuevo León al Aeropuerto cachanilla. No solamente en esta rúa hemos notado el incremento de tráfico vehicular.

La noche del martes pasado manejaba por la angosta carretera que viene del Ejido Nuevo León al Aeropuerto cachanilla. No solamente en esta rúa hemos notado el incremento de tráfico vehicular. Cualquier camino vecinal asfaltado del Valle de Mexicali se siente congestionado y, por añadidura, los fines de semana congestionados de alcohol algunos conductores. Caracteriza a este tráfico frenético dos tipos de vehículos sobre todos los demás.

Los que transitan lento y los que lo hacen rápido. Los primeros son carros muy viejos, sin placas, la falta de lavado los hace ver como un terrón más de la prodigiosa tierra cachanilla, luces opacas al frente y en muchos casos sin una de ellas, las traseras de ALTO inexistentes y sobrecargados de personas. En las angostas carreteras rurales alcanzar a uno de ellos equivale casi acompañarlo hasta su rancho, ante la imposibilidad de rebasarlo, debido a que de frente viene otra fila de autos en las mismas circunstancias.

Para estos conductores no existe la cortesía de bajarse y dejar avanzar la larga fila que traen atrás. En los EUA la patrulla de caminos, inexistente en el Valle, multa a vehículos lentos que lleven a tres o más carros tras ellos. Entonces algunos desesperados o con prisa, se atreven a rebasar varios carros cuando las luces del que viene se ven lejos. Creo que muchos de los casi diarios accidentes mortales que ocurren en estas vías se dan de esa manera. De antemano sabemos que esos conductores nunca aprobaron un curso de manejo y mucho menos tienen licencia de conducir.

Sus carros así como no conocen el baño, tampoco las revisiones mecánicas que no aprobarían. Son conducidos por ancianos lo mismo que niños, los primeros sin reflejos para esquivar un golpe y los segundos sin la pericia y conciencia de la enorme responsabilidad que tiene un conductor sobre todo en estas mortales carreteras rurales mexicalenses. Aquellos que transitan rápido son conducidos por adultos e invariablemente son pickups semi nuevos, supongo de profesionales de la agroindustria. Lo hacen con mayor precaución pero su rapidez provoca la colisión. Simplemente vea las notas policíacas de los diarios locales y si decide llevar una estadística aflorará la gravedad del caso: muere mucha gente a causa de ello.

Mi amigo de juventud don Javier Jiménez Esquivel con el que compartimos cacerías antaño y pesca de vez en cuando y con el que tenemos largas charlas en La Piocha de don Javier Verdugo, hace mucho renunció a transitar por estas carreteras y nos aconseja hacer los mismo. Pero cuando se recorre el paisaje cinegético mexicalense, obligadamente se tienen que recorrer estas vías por las que vetustos autos que en otros países ya hubiesen sido reciclados siguen vivos, y ni siquiera con “chocoplacas”, sino sin cualquier placa.

El colmo en esta movilidad es que los largos tractocamiones con doble remolque son imposibles de rebasar, por lo que tenemos que manejar con paciencia y a la defensiva, listos para bajarnos de la carretera si algún carro invade nuestro carril.

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