León Krauze

Es difícil exagerar el daño que ha hecho Trump a la confianza en las instituciones democráticas estadounidenses con la patraña del fraude electoral.

El balance entre los logros y los errores u omisiones no resiste el microscopio: López Obrador ha sido un mal Presidente en el ejercicio del poder.

Para González Alcántara, la ley es la ley. Para López Obrador, la ley es su voluntad. No quiso volver a hablar con el ministro que él mismo había nombrado.

El problema es que las declaraciones de Trump no ocurren en el vacío. Y tampoco son una casualidad.

No es una exageración decir que mañana podría decidirse la elección presidencial en Estados Unidos.

La elección estadounidense de noviembre definirá qué partido controla la Casa Blanca, pero habrá mucho más en juego.

Un triunfo de Donald Trump todavía es probable. La campaña republicana está invirtiendo carretadas de dinero en propaganda negativa contra Harris en los estados cruciales.

Las cosas han cambiado. Aunque aún pueden ocurrir protestas alrededor de la convención, el ánimo de los demócratas está por los cielos.

La deportación masiva hundiría en la orfandad a casi cuatro y medio millones de niños estadounidenses.

El entusiasmo de la base electoral demócrata le ha dado a Harris cifras récord en recaudación de fondos de campaña.

La elección presidencial en Estados Unidos ha dado un vuelco. El Partido Demócrata ha sabido aprovechar la histórica decisión de Joe Biden de abandonar la campaña.

El tono y la sustancia de la retórica trumpista sobre México ha subido de tono en las últimas semanas.

El atentado del sábado contra Donald Trump en Pennsylvania es una tragedia múltiple.

Es obligación del votante informarse lo suficiente como para entender a cabalidad las consecuencias del sufragio.

Ahora, el Partido Demócrata enfrenta una pregunta que parecía impensable: ¿Es posible reemplazar a Biden como candidato presidencial?