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Pobre Cajeme

Pobre Cajeme, en verdad. Sus gobernantes le han quedado a deber a los ciudadanos. Y tienen que esperarse tres años para que se vayan. En el inter pueden comportarse como quieran.

Lleva por nombre el Municipio el del líder Yaqui, José María Leyva, mejor conocido como Indio Cajeme. Ciudad Obregón enaltece al entonces general Álvaro Obregón, hacedor del sistema político mexicano junto con Plutarco Elías Calles pero gran impulsor de la economía y crecimiento agrario de la ciudad a principios del siglo pasado.

Cajeme, Obregón, son nombres muy simbólicos en la historia de Sonora y en México. No así a la altura de sus gobernantes.

Al menos los últimos cuatro alcaldes han sido rebasados por las circunstancias. Desde Manolo Barro, un panista de paso que tuvo obediencia ciega con el panismo estatal que gobernó del 2009 al 2015 a Sonora, un Rogelio Díaz Brown que se justificó por falta de recursos y no quiso gobernar como lo demandaban los cajemenses, hasta un Gobierno de Faustino Félix en donde se agudizó el problema de la inseguridad en el que él pidió auxilio y no encontró el apoyo necesario ni supo gestionarlo.

Los dos priistas ganaron bajo la defensa de la ciudad frente al Gobierno de Guillermo Padrés pero, en los hechos, no estuvieron a la altura de las circunstancias. La gente lo dice. Pero cuando pensamos que a Cajeme no le podría ir peor, llegó el Gobierno de Sergio Pablo Mariscal. Un excelente académico, hombre de lucha en la izquierda que prometía ser diferente. No sólo no lo fue: Abdicó a gobernar como lo demandan las necesidades de la gente.

En el tema de seguridad se justificó, como el Gobierno del Estado lo hace, en que era un problema federal. Así como se justificaron Faustino Félix, Díaz Brown. Y Barro con el tema del agua. Todos han contribuido a la degradación de Cajeme.

Tiene razón Eduardo Bours, el ex gobernador priista que hace dos semanas dejó claro que la seguridad es asunto del alcalde en turno y del Gobernador en turno de Sonora. “Por eso se confunde la gente”, dijo Eduardo, cuando se le piden resultados y no quieren asumirlos.

La crisis de seguridad que robó la tranquilidad y se llevó el rostro de modernidad, tranquilidad y buena imagen que tenía Cajeme se perdió. Se suponía que Mariscal significaría esa oxigenación que requería la ciudad y no fue así. Es cuestión de pasear por las calles de Cajeme para darnos cuenta cómo están. De hablar con la gente, empresarios, médicos, emprendedores, para que expresen lo mal que está el Municipio.

No conforme con su pobre desempeño como Gobierno, la primera autoridad de la ciudad, el alcalde, promovió los juegos de beisbol y fue a tomarse fotos para invitar a la gente que asistiera, sin tomar en cuenta la pandemia que vivimos.

Y el domingo en la madrugada hizo un pésimo papel frente a la comunidad en Twitter. A la 1:20 de la mañana, lo cual hizo sospechar a los usuarios, tuiteó desde su cuenta que reprobaba la decisión del Comité Intersecretarial de Salud por cancelar los partidos de beisbol. Jamás se concluyó eso. La orden es que la gente no asista a los juegos de beisbol y que los vean en Internet o televisión desde su casa.

Cajeme lleva registrados hasta ayer domingo al medio día 619 fallecimientos. Tiene segundo lugar en defunciones. En Estados Unidos los juegos de beisbol, basquetbol, están siendo sin público. Luego volvió a tuitear pidiendo diálogo en redes sociales el secretario de Salud, Enrique Clausen. Que bajo perfil el manejo de redes sociales.

La imagen de Mariscal está severamente cuestionada en Cajeme. Sus gustos personales y vida privada son ya comentarios en público. Eso es gravísimo. Ciertamente decía Gabriel García Márquez que todos tenemos derecho a una vida pública, privada y secreta. Pero los funcionarios públicos deben de cuidarse al doble y no permitir que se desgaste su vida privada y que, mucho menos, interfiera en la vida pública.

El mismo David Owen, ex secretario de Salud de Inglaterra, en su obra “En el poder y la enfermedad”, al analizar 100 casos de jefes de Estado en el mundo, abrió un debate internacional hace doce años al proponer que el estado de salud de los gobernantes fuera materia de rendición de cuentas frente a los ciudadanos.

Ponía como ejemplo el alcoholismo de Winston Churchill, ex primer ministro británico; Boris Yeltsin, ex presidente de la Federación rusa, de cómo sus decisiones se pudieron haber visto afectadas por estar constantemente bajo el influjo del alcohol.

Pobre Cajeme, en verdad. Sus gobernantes le han quedado a deber a los ciudadanos. Y tienen que esperarse tres años para que se vayan. En el inter pueden comportarse como quieran.

Twitter: @elalbertomedina
Correo electrónico: alberto.medina@proyectopuente.com.mx

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