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Nuestros liderazgos

Quizá como algo inherente e inevitable en la condición humana, creo que es en la adversidad cuando sabemos quiénes somos y de qué estamos hechos, tanto en el ámbito privado como en el profesional.

Quizá como algo inherente e inevitable en la condición humana, creo que es en la adversidad cuando sabemos quiénes somos y de qué estamos hechos, tanto en el ámbito privado como en el profesional. He sido un constante proponente de la acción preventiva al traumatismo, pero todo apunta a que no hemos sido capaces de construir un esquema social (en nuestra pirámide comunitaria) suficientemente sólido para prevenir y sortear crisis ni tampoco contamos con una cultura donde estemos listos para enfrentar los grandes problemas.

En estos tiempos de honda adversidad, donde el pueblo mexicano debe enfrentar al gran monstruo de tres cabezas (crisis de inseguridad, de economía y de salud), yo me pregunto:¿Con qué liderazgos lo enfrentaremos?

Los verdaderos líderes son aquellas personas que, generando confianza en su entorno, empoderan a los demás para que a su vez actúen bajo condiciones de incertidumbre. Por eso, invito a que nos preguntemos: ¿Cuál es la calidad de esos liderazgos?

LOS LIDERAZGOS FORMALES

Estos líderes son porque tienen un título o un nombramiento. Por lo general, las reglas para que hayan sido electos o nombrados son tan alejadas del sentir popular, que su legitimidad no emana de éste, sino del pedazo de papel que los hace líderes. Por ejemplo, cuando los partidos políticos, de manera cuasimafiosa eligen a sus candidatos (a partir de vaya usted a saber qué intereses), no puede haber legitimidad real. Entonces, quien resulte ganador en tal o cual elección, no detenta un calado hondo frente a la comunidad. Una excepción a esta aparente regla fue la llegada de AMLO al poder. Y el cumplimiento de esta regla es la el arribo al poder de la fauna que también resultó electa gracias al tabasqueño. La crisis tripartita de la que hablé al principio, nos ha dejado una enseñanza muy clara: Quienes encabezan los tres órdenes de Gobierno no han estado a la altura del problema. No es de extrañarse, pues tradicionalmente los políticos llegan al poder para vivir de él… y si hay chance, también para resolver problemas comunes. La historia (distante o cercana) nos puede ilustrar al respecto, con copiosos ejemplos.

El Presidente, durante semanas, tuvo un comportamiento y un discurso diametralmente opuesto a lo que hacían los demás mandatarios a nivel mundial, a las indicaciones de las instancias sanitarias internacionales… e incluso a las recomendaciones de su propio equipo de expertos en la materia. En un afán estéril por salvar la economía, tardó en emitir medidas obligatorias de orden sanitario, abriéndole la puerta a que gobiernos locales (como el de Sonora) cayeran en episodios penosos de emitir decretos por su cuenta, mismos que hoy son letra muerta. Por cierto, qué papelazo acaban de hacer los nuestros con su intento por racionar la venta de combustible para que la gente se quede en casa. ¿Quién los “asesora”?

LOS LIDERAZGOS INFORMALES

Éstos no poseen (y no necesitan) títulos ni nombramientos para actuar; lo hacen a partir de una legitimidad moral, intelectual o profesional y de ahí nace su liderazgo. Su naturaleza es ambivalente, pues en un contexto como el que enfrentamos, la gran mayoría de las veces no cuentan con las facultades para actuar y lograr la construcción de escenarios que generen circunstancias de bien común: Por ejemplo, un liderazgo informal no puede emitir una ordenanza de cumplimiento obligatorio. Por eso tiene tanto valor lo que pueden lograr, desde su trinchera. Aquí es donde se encuentra prácticamente la ciudadanía, o mejor dicho, los líderes dentro de ella.

Los empresarios (quizá nublados por el poder económico que detentan) creen que son el ejemplo perfecto del liderazgo informal, pero los hechos indican otra cosa. Hace 10 años, cuando comenzamos el trabajo de Creamos México (primer caso de diseño y ejecución de política pública ciudadana en el País), personalmente me entrevisté con muchos de ellos. La mayoría no sólo no tenían ni idea de la crisis política que atravesábamos (Calderón presidente, Padrés gobernador) sino que la aplaudían, y desconocían las implicaciones de políticas públicas adecuadas frente al subdesarrollo social, improductividad e inseguridad. No sabían qué es ser un genuino ciudadano y lo más importante: Tampoco valoraban el gran potencial que podían crear gracias a las avenidas económicas por las que transitaban.

Hoy, veo a algunos de ellos dirigiendo organizaciones ciudadanas, en consejos consultivos de seguridad o dando entrevistas, repitiendo -literalmente- las mismas palabras que con tanto escepticismo recibieron de mi, hace 10 años. Me da gusto que hayan avanzado, pero siguen con un rezago de una década. Lamentablemente las nuevas generaciones empresariales primero quieren agotar la existencial fantasía de hacerse ricos y luego ver qué pueden hacer por los demás.

LA ESPERANZA

No obstante, las medidas de orden comunitario en medio del caos, de consciencia social, de generosidad y fraternidad comienzan a aparecer -entre líderes espontáneos- como efecto multiplicador. El surgimiento de estas figuras puede resultar clave en la resolución de tantos problemas que habremos de enfrentar cual tsunami, en el corto y mediano plazo. Pero una vez más regreso a un tema tan abordado en este espacio: Urge recomponer el vínculo entre sociedad y Gobierno, un cordón que hace mucho se rompió.

En la medida en que los liderazgos formales exploren, en la riqueza de los informales, las alternativas para sortear la crisis tripartita, podremos salir adelante. De lo contrario, seguiremos el ciclo nocivo de los traumatismos continuos, que por tanto tiempo nos ha atormentado.

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