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Lo que impugna el Covid

Esta pandemia es un severo cuestionamiento a una manera de estar en el mundo que intenta ser predominante y que pretende ordenar la mayor parte del esfuerzo humano para conseguir sus fines de lucro, para lo cual utiliza el trabajo de las personas [...]

Esta pandemia es un severo cuestionamiento a una manera de estar en el mundo que intenta ser predominante y que pretende ordenar la mayor parte del esfuerzo humano para conseguir sus fines de lucro, para lo cual utiliza el trabajo de las personas, los recursos ambientales distribuidos por toda la Tierra, las formas de organización social y política de pueblos muy diversos y la aspiración universal a acceder a una, ilusoria, felicidad, que el mismo sistema define y asevera como posible para todos.



Dice el Nobel Hindú Amartya Sen que una catástrofe de la naturaleza no tiene sólo consecuencias naturales, sino sociales y económicas que afectan sobre todo a la población menos protegida. Lo mismo se puede afirmar con las implicaciones de la pandemia. El virus encontró un portador humano en una urbe mediana de China. Wuhan tiene once millones de habitantes -casi cuatro veces más pobladores que los que cuenta el Estado de Sonora- que viven en un espacio relativamente reducido. En algún sentido esas multitudes conviviendo en cercanía se asemejan a un monocultivo pues facilitan el manejo y los servicios a la población, pero constituyen un escenario perfecto para una infección como el Covid, que pasa con facilidad a través del contacto humano.

Si añadimos la enorme facilidad para viajar que existe en un mundo extremadamente intercomunicado, aunada a que los síntomas son leves para la mayoría afectada, es comprensible que haya habido un lapso no pequeño entre la detección de algunos enfermos y la comprensión de que era algo más complicado. Es una enfermedad que afecta a muchísimos, pero amenaza más a una minoría con riesgos por enfermedades previas y bajas defensas, o edad avanzada.

El caso es que en la naturaleza se formó un virus agresivo y oportunista, con un ciclo de vida mediano, de veloz transmisión y capaz de contagiar con rapidez a muchísima gente, que se encontró con un mundo polarizado, con multitudes hacinadas en ciudades y regiones, en situación de miseria y mala salud, entre las cuales ha localizado a la mayoría de sus víctimas: Población anciana, o que tiene bajas defensas, por mala nutrición, o agotamiento provocado por pobreza y pocas oportunidades.

Y si bien todos tenemos una alta probabilidad de contagio, quienes más sufren son los que tienen precaria salud y pocas defensas, y no puedan darse el lujo de mantenerse en aislamiento.

Y es precisamente en este contexto mundial, en el cual la mayoría está sujeta a un sistema económico que produce valor, pero no distribuye equitativamente el fruto del trabajo, que se crea un campo de cultivo adecuado para un virus como el que nos ocupa y preocupa. El Covid ha sido tan exitoso porque hay segmentos amplios de la población mundial que viven en la miseria causada por la explotación de su trabajo, y no cuentan con defensas suficientes para sobrellevar el ataque viral. Si algunos individuos, además de pobres son ancianos, mayor es su riesgo. Y viceversa, algunas personas de edad provecta, pero con recursos para hacer frente a la enfermedad, estarán en menor riesgo.

En el mismo sentido, población joven con enfermedades crónicas y en pobreza,

tiene mayor peligro. No está de más advertir que esos padecimientos, diabetes, obesidad o hipertensión en buena medida son producto del mismo sistema económico que lleva décadas golpeando la alimentación y productos comestibles tradicionales, y tratando agresivamente de sustituirlos por otros, de carácter industrial, artificialmente sazonados, comida chatarra, edulcorada y artificiosa, muy poco nutritiva y definitivamente dañina y provocadora de muchas enfermedades.

La pandemia está poniendo en cuestión un sistema económico que instauró una economía muy desigual, con cimientos humanos frágiles, y configuró sociedades divididas entre muchos pobres y minorías pudientes. Y si bien se ceba sobre todo en los más menesterosos, de ahí salta también al otro extremo.

Es un indicador trágico de la disfuncionalidad del sistema económico que demanda cambios estructurales urgentes.

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