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“He ido con Dios y con el diablo para saber de mi hijo”

A Jhosué lo privaron de la libertad a punta de pistola afuera de un antro, frente a su novia; a pesar de que hubo llamados al 911, no hubo detenidos ni hay avances en la investigación

“He ido con Dios y con el diablo para saber de mi hijo”

Mexicali, Baja California.- Jhosué siempre fue un niño rollizo, cachetón, inquieto y cariñoso. Aleida, su mamá, recuerda que era muy cariñoso con ella. “De chiquito cuando andaba jugando, de repente se paraba conmigo y me decía ‘mamá, te amo’, y luego regresaba a jugar”.

Creció en medio de un ambiente familiar y con primos de su misma edad. Por su carácter se hizo fácilmente de amigos. Desde los 6 años salía a la calle a jugar con los amigos de la cuadra y mantuvo ese carácter cuando cursó la primaria, secundaria y preparatoria.

A pesar de que hubo llamados al 911, no hubo detenciones ni hay avances en su caso. Hasta la fecha se desconoce su paradero. Foto: Daniel Reséndiz

Aleida, recuerda que cuando él tenía unos 5 años, ella viajó a Tepic, Nayarit, para hacer una especialidad en su carrera como docente. Él se quedó al cuidado de la abuela. Cuando le llamó por teléfono, Jhosué le dijo: “Mamá, lloré por tí”.

“Me sentí terrible, pero necesitaba prepararme para mi profesión. Es algo que aún recuerdo y estoy segura de que, cuando le sucedió lo que le pasó, cuando se lo llevaron, él no dejó de pensar en mí ni un solo momento”, expresa.

Jhosué Romo Limón fue privado de la libertad la madrugada del 3 de febrero a punta de pistola afuera del bar La Mañosa, frente a su novia y un amigo. A pesar de que hubo llamados al 911, no hubo detenciones ni hay avances en su caso. Hasta la fecha se desconoce su paradero.

Extraño sus abrazos

“Era muy bonito como hijo, súper cariñoso. La verdad es que extraño mucho sus abrazos, sus cariños toscos porque, como era un hombresote grandote y gordo, era tosco, pero muy cariñoso”, confiesa Aleida.

Jhosué vivió con su mamá hasta un año antes de que fuera víctima de desaparición forzada. En algunas ocasiones salía a rentar casa, pero regresaba por diversas circunstancias. Los últimos meses que supo de él, vivía con una novia y en ocasiones pasaba días con su mamá.

La noche en la que desapareció se mandaron mensajes por Facebook, saludando, como lo hacían con frecuencia. Foto: Daniel Reséndiz

“El apego que él tenía hacia mí era muy fuerte, a pesar de que era dura con él y lo regañaba mucho por fiestero, en 5 minutos se le olvidaba y siempre me demostraba amor”, comenta la hoy docente jubilada.

“Remodelé mi casa pensando en él”

Estando en casa de su mamá, Jhosué la pasaba en la sala, en su cuarto o en el patio, haciendo carne asada. Pero Aleida lo recuerda especialmente en la cocina, haciendo transmisiones en vivo por Facebook mientras preparaba mariscos.

“Cocinaba delicioso. A menudo me digo a mí misma: ‘Híjole, hijo, si estuvieras aquí ahora, con el tiempo que tengo, ¡qué delicias haríamos juntos!’ Cualquier comida que preparaba tenía un excelente sazón”, comenta.

“También lo extraño en el jardín y en el asador. Esta casa la planeé para sus fiestas, puse todo aquí afuera para que él disfrutara con sus amigos, y a menudo me entristece pensar que él ya no está disfrutando de ese espacio”, agrega.

A pesar de su ausencia física, Aleida mandó hacer un pequeño altar con la foto de su hijo, donde puede colocarle flores, una vela y una cerveza. Así lo hace partícipe de las reuniones familiares en su patio.

Jhosué vivió con su mamá hasta un año antes de que fuera víctima de desaparición forzada. Foto: Daniel Reséndiz

En Fiscalía ya ni me contestan

Aleida tuvo contacto frecuente con su hijo desde un mes antes de su desaparición. Jhosué tuvo un problema de salud y estuvo casi al punto de un infarto. Ella lo llevó al cardiólogo a hacerse estudios y le dieron un tratamiento estricto.

La noche en la que desapareció se mandaron mensajes por Facebook, saludando, como lo hacían con frecuencia. Él no le dijo que saldría de antro, porque sabía que ella lo regañaría por su condición cardiaca.

“Si yo hubiera sabido que ya no lo iba a ver, seguramente hubiera enfrentado lo que viniera. Dicen por ahí que porque él debía dinero, yo lo hubiera pagado; dicen que porque se juntó con alguien que no debía, yo hubiera evitado esa amistad a toda costa. Pero ahí, comprendo que el hubiera no existe”.

“La Fiscalía no quiere llegar al fondo de todo. Porque hay información, pero yo sigo sufriendo su pérdida. (...) ahora ya ni me contestan y la nueva titular ni me quiere recibir”, asegura. “He tenido que acudir a padres, a curas, a médiums, a brujos, a psicólogos, a psiquiatras, a ángeles. He ido con Dios y con el diablo para saber de mi hijo”.

“Estuve un año duro y dale con el gobierno. Apoyada, gracias a los medios de comunicación, todos ustedes periodistas. Ese año me sirvió para comprobar las negligencias, la impunidad que existe, la complicidad. Para comprobar que no hay corazón”, comenta.

La desaparición de un hijo no la entiende la familia, los amigos, mucho menos el gobierno

Aleida miraba la televisión, el periódico y las noticias. Con frecuencia se daba cuenta de la desaparición de personas y ella pensaba que nunca le iba a pasar. Ahora le parece triste tener que ocultar el dolor ante su familia, ante la sociedad.

“He aprendido a ocultar este dolor, y creo que muy bien, porque todos me dicen qué fuerte soy. Aunque sé que está la llaguita, que si me tocas el tema como ahora, es imposible no volver a sentir lo que sentí desde ese día 3 de febrero, cuando me avisaron que se lo llevaron, y revivo todo ese dolor”, dice.

“Estoy consciente de que ese dolor es mío, y es para mí. Es que aquí la que perdí fui yo, solamente yo, la madre. Perdí a mi hijo, a un gran hijo que para mí es un gran hijo, a pesar de lo que digan o a pesar de lo que se haya dicho”.

En retrospectiva, ella se dispondría a pagar la supuesta deuda por la que desaparecieron a su hijo, con tal de que le digan dónde dejaron sus restos.

Jhosué Romo Limón fue privado de la libertad la madrugada del 3 de febrero a punta de pistola afuera del bar La Mañosa, frente a su novia y un amigo. Foto: Daniel Reséndiz.

Nunca me dejé caer

Tras tener noticia de la desaparición de su hijo, Aleida dejó pasar solo 24 horas para interponer la denuncia. Ese plazo lo esperó para concertar la entrega de un dinero que le habían pedido por teléfono para que liberaran a su hijo, pero no volvieron a llamar para concertar la cita.

“Siempre he pensado que cuando uno sufre una desgracia, hay que sacar fuerzas de donde quiera, y compruebo que esas fuerzas me las dio Dios. Siento que me agarró entre sus brazos, ni siquiera de la mano me agarró, entre sus brazos, para hacer todo lo que hice. Por eso te digo, nunca me caí, nunca”, confiesa.

El dolor de la desaparición de su hijo solamente se aminoró con la llegada de su primera nieta. Aleida no podía escuchar música, reír, ver las cosas de su hijo en su recámara, tampoco festejar ni tener la alegría de antes.

“Me agarré del trabajo, con los niños de la escuela de la que era directora, me agarré de esa buena vibra y del compromiso que siempre tuve trabajando, para decir, mi dolor no va a causar daño en nadie, este dolor es mío. Por eso, no faltaba trabajar, por eso traté de hacer todo, de ocupar mi mente para sobrellevar esto”, dice.

Pierdan el miedo

“A otras madres que pasan por lo mismo les diría que pierdan el miedo, principalmente, que lo dominen. Porque claro que lo sentimos, pero el miedo es el instrumento que el gobierno y quienes delinquen usan a su favor para que callen, y por eso no avanzamos”, señala.

“Hay muchas desapariciones, muchas muertes, mucha inseguridad últimamente, lo que nunca habíamos vivido, pero muchos no denuncian. Te llenan de miedo y eso no sirve de nada, creo que no”.

“Todas las desapariciones tienen nombre y apellido, dirección, teléfono, que yo tengo y la fiscalía tiene, pero no pasa nada”, sentenció.

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