Los años treinta y cuarenta del siglo XX son las décadas en que la narrativa policiaca toma por asalto la literatura nacional. Muchos son los motivos para esta explosión creativa. Entre las causas foráneas está la masificación de la figura del detective, gracias a la radio, el cine, los comics y el auge de la propia literatura policial anglosajona, traducida al castellano, y que llegaba al país vía las editoriales españolas y argentinas.
Los bajacalifornianos somos muy dados a hablar de nuestra entidad como un estado joven, dinámico, siempre dispuesto a encarar el futuro más como una oportunidad que como un reto.
Rubén Vizcaíno Valencia llega a Mexicali hacia 1952 y aquí comienza un largo proceso para ser algo más que un orador, algo más que un profesor. Casado, con una hija y después de haber vagado por el país entero, incursiona en la escritura creativa, que poco a poco va perdiendo sus secretos ante un hombre que intenta convertirse en literato escribiendo versos, cuentos y artículos periodísticos, donde busca dar voz a los bajacalifornianos que carecen de ella.
Baja California es un ámbito donde domina la confianza absoluta en la modernidad y en el progreso, donde se otorga un alto valor al trabajo físico –al fin tierra de pioneros, de hombres hechos a sí mismos– sobre el trabajo intelectual o creativo, ya que a éste último se le considera un aspecto secundario, prescindible, de la realidad social; un ámbito donde lo artístico sólo es útil como una forma de pregonar los valores positivos de esta misma sociedad.
El periodista José Castanedo hizo de su revista Minerva (1929-1974) una plataforma que impulsó, por décadas, su destacada labor como cronista de Mexicali y promotor del desarrollo de nuestra ciudad.
Vivimos en un mundo abierto, lleno de rutas comerciales, donde la naturaleza lucha contra la multitudinaria contaminación y termina, tarde o temprano, por sucumbir a ella. Cada uno de nosotros puede verlo en la región que le toca vivir. Cada día, los niveles de polución del aire, el agua o los suelos crecen, se multiplican.
Escribir sobre el país de uno sucede a diario. Hay tantos motivos de queja, tantas cosas que están mal, tantos abusos visibles desde cualquier punto de vista. Plasmar tu realidad en sus claroscuros se resuelve, por lo común, con la escritura de una crónica periodística, un artículo de opinión o un relato tremendista, para mencionar los textos más obvios.
En noviembre de 1968, Rafael Padilla, un joven catedrático de la preparatoria del CETYS-Mexicali, se vio envuelto en un escándalo mayúsculo, causado por haber puesto a sus alumnos a leer obras “obscenas” como El llano en llamas, de Juan Rulfo; Gazapo, de Gustavo Sainz. Ante este acto de enseñanza, Cristóbal Garcilazo, un veterano periodista, y el Dr. Miguel Serafín Sodi, un panista connotado, arremetieron contra Rafael Padilla, llamándolo un corruptor de menores que obligaba a los jóvenes a leer semejantes obras pornográficas.