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¿Un voto por el cambio?

En la elección del domingo pasado en Baja California se repitió la misma historia de los comicios presidenciales de 2018: los electores que sufragaron por Morena lo hicieron marcando la boleta igual para todos los cargos.

En la elección del domingo pasado en Baja California se repitió la misma historia de los comicios presidenciales de 2018: los electores que sufragaron por Morena lo hicieron marcando la boleta igual para todos los cargos, es decir para gobernador, ayuntamientos y diputados, haciendo que ganara todos los puestos en una repetición del tsunami pasado.

Era lo que se esperaba o se preveía, aunque hubo varios partidos y actores políticos que se empeñaron en hacer creer que estos comicios no serían igual porque AMLO “no estaría en la boleta”. Ha sido difícil tanto para los partidos políticos como para varios observadores comprender el significado y el contenido del voto por Morena y por AMLO, así como el contexto social en que se está dando.

Antes de abordar este punto, sin embargo, hay que hacer notar que no obstante el triunfo aplastante de Morena, hay una caída pronunciada en su votación de 2018 a la fecha, separadas sólo por unos cuantos meses, pues el año pasado el candidato a senador Jaime Bonilla obtuvo 696 mil 380 votos, mientras que ahora como candidato a gobernador alcanzó sólo 381 mil 851, lo que significa que perdió de una elección a otra 314 mil 529 votantes que equivalen al 45 por ciento.

Si bien las cifras que obtiene Morena son suficientes para ganar en todos los puestos, sus porcentajes de triunfo son bastante reducidos si se cotejan con el listado nominal y, obviamente, si se comparan con el elevado abstencionismo que se impuso nuevamente en esta elección. Es decir, si bien Morena es el nuevo partido triunfador en BC, su nivel de legitimidad o de apoyo social es muy bajo, como antes lo era también el del PAN, generando “gobiernos de minoría”.

Pero al lado de este pírrico triunfo de Morena, y del abstencionismo que cobró fuerza, el otro resultado de la elección es el colapso del resto de los partidos políticos, cuyos porcentajes son tan bajos que no les alcanzan para sobrevivir o para sobreponerse en el contexto de la nueva hegemonía de Morena. Entraremos en una nueva etapa de partidos y muchos no van a poder sobrevivir (aparte de los que ya perdieron su registro) y competir durante un largo tiempo.

En cuanto al abstencionismo hay que señalar algo muy breve para luego profundizar: en su compleja mezcla de factores hay que apuntar la falta de interés y de estima de una gran parte de los electores en los mecanismos de la democracia electoral, la profunda despolitización que existe, la exclusión social, el hartazgo contra la política y una oferta de parte de los partidos y candidatos que no convence a nadie, además de los elementos que contribuyeron a enturbiar la elección como el intento de cambiar el periodo de gobierno, las divisiones de los partidos y, aunque no se crea, el desencanto que empieza a haber con Morena y con AMLO.

Ahora regresemos al punto del votante de Morena y su significado. En estos comicios de BC se aprecian más elementos que en 2018 para poder definir o identificar al votante de Morena y de AMLO como un votante “atisistémico”, con rasgos muy parecidos a las tendencias que se observan en algunos países como Estados Unidos, en algunos de Europa y de América Latina. Estos votantes están en contra del sistema político instituido, de los partidos tradicionales y de los políticos en general.

Son votantes que buscan un cambio (radical) encabezado por un líder fuerte, carismático y con ciertos atributos personales que lo hacen capaz de vencer o destruir todos los obstáculos e incluso de enfrentar a la misma clase política que intentará oponerse. El voto de estos electores borra todos los signos de pluralidad y otorga todo el poder a un solo hombre o a un solo partido, para impedir la interferencia de otros poderes o contrapesos.

Esta visión es profunda y se arraiga en distintos estratos sociales, aunque es más pronunciada en algunos grupos cuya creencia es que sólo un líder fuerte (y autoritario) puede cambiar la situación general de un país, en contraste con las instituciones o los procedimientos que son más propios de la democracia política. Es la visión ligada a los movimientos populistas y las nuevas tendencias autoritarias.

El problema, sin embargo, es que este votante que está buscando un cambio rápido o instantáneo de la realidad, o que busca destruir a la mafia del poder, termina votando por ciertos personajes oscuros que son la antítesis del cambio, como es el caso de BC, en donde el voto por Morena (que se asocia a AMLO) servirá para revivir el arcaísmo de los priistas, el poder de un grupo que fomentó en el pasado prácticas de gobierno viciadas y ligadas a la corrupción.

Es difícil de creer que de este nuevo grupo político que desplaza al PAN y al resto de los partidos políticos, pueda venir un cambio en beneficio de la ciudadanía en general. Lo que va a venir en los próximos años es la restauración de la antigua “mafia del poder”, metida en otras siglas y otros colores, pero que sigue pensando y actuando igual que hace 30 años. Lo estamos viendo ya en los nuevos funcionarios que ocuparán los puestos principales en el gobierno. Más que un cambio, vendrá un retroceso.

* El autor es analista político.