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Susano Juicio

Las conferencias ofrecidas las mañanas por parte del gobernador, Jaime Bonilla, son un recital de numeralias repetitivas, con interrupciones groseras, preguntas reiterativas que llevan a los funcionarios expositores a los fines que persigue el mandatario estatal.

Las conferencias ofrecidas las mañanas por parte del gobernador, Jaime Bonilla, son un recital de numeralias repetitivas, con interrupciones groseras, preguntas reiterativas que llevan a los funcionarios expositores a los fines que persigue el mandatario estatal.

Entre el político y el científico hay un vacío que no puede llenar el ciudadano que temeroso, desconocedor, y en ocasiones hasta desesperado, queda insatisfecho ante el cúmulo informativo del que es víctima mañana tras mañana.

Hay información, sí, pero desordenada, sin un rumbo claro, no hay planificación, y pareciera una clase, con un profe malhumorado que intenta reprobar al alumno, aunque este se haya esforzado.

Pero cómo deberían de hacerse este tipo de ejercicios de comunicación en medio de una pandemia, entre la zozobra que priva por la salud y lo económico.

En primer lugar debe darse seguridad a la gente. Tiene que existir un expositor o expositores que transmitan hasta cierto punto tranquilidad, conocimiento sin titubeos, porque la gente está entre asustada, enfadada y otra parte molesta por lo que está sucediendo, ante la falta de planes, programas, y coordinación.

Sin supuestos, sin versiones extraoficiales, aun cuando la enfermedad es nueva, hay que tener un cuidado extremo para que a la información “no la enferme el virus”.

El científico no debe moverse de sus ámbitos, los yerros de los conocedores de los temas médicos se han dado, cuando se meten en temas políticos por quedar bien con su jefe, el presidente o el gobernador en turno.

Hay que armar un equipo profesional, institucional y tener fortalecido al gabinete con una buena estrategia de comunicación. De lo contrario puede surgir un equipo que parezca un pelotón chiflado que se desmiente entre ellos, sólo por temor al “jefe”, quien no acepta sus errores o quiere cuadrar las políticas públicas a su idea o conveniencia.

Los gobernantes en tiempos de pandemia o cualquier otro escenario de crisis, sobre todo de salud, deben comunicar con datos, sin tantas figuras literarias, sin rollo, de manera concreta, por los tiempos y rapidez de la vida, por lo corto y breves de los formatos de las propias redes

En un inicio de esta pandemia, el gobernador, Jaime Bonilla jaló los reflectores a su favor, sobre todo cuando exigió a empresas maquiladora a dejar parte de su producción en Baja California. Como fue el caso de los ventiladores.

Pero después, empezó a ser un protagonista sin mucho rumbo, a presionar por lo de las cifras, se volvió molesto, irritante con sus presiones hacia los funcionarios de la secretaría de Salud, Alonso Pérez Rico y el del Trabajo, Sergio Moctezuma Martínez.

No entendió que un gobernante debe comunicar con seguridad, no lleno de dudas, preguntas, ataques a funcionarios de su gabinete u otras autoridades, sobre todo cuando son del mismo partido político, porque eso denota distanciamiento.

Deben garantizar la comunicación no de forma unilateral, sino de ida y vuelta, no solamente entre la gente del mismo gabinete, sino entre los medios de comunicación, la ciudadanía y los gobernantes.

Bonilla tiene un plan chato, en donde los funcionarios que lo acompañan son sólo sus cajas de resonancia. Cuando menos deberían hacer una vez a la semana un diálogo, fuera del mundo de los sordos y mudos.

Hagan uso de Susano Juicio. Por favor.

La verdad sea dicha

*- La autora es directora del portal MF Noticias Mexicali.

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