Edición México
Suscríbete
Ed. México

El Imparcial / Columnas / Columna Mexicali

Semillero de corrupción

Concluida la llamada Revolución mexicana las corrientes político-militares vencedoras fijaron como principal tarea dotar al país de una nueva Constitución capaz de plasmar, entre otras aspiraciones, la justicia social y palancas materiales a desarrollar destacando, en el corto y mediano plazo, los  medios  y fines económicos a salvaguardar para el “bien del pueblo y la patria” concretándose, con puntual transparencia (Constituyente de 1917) que la “riqueza del suelo y subsuelo serán propiedad de la nación” lo que demandaba la rectoría del Estado sobre la industria estratégica futura.

Concluida la llamada Revolución mexicana las corrientes político-militares vencedoras fijaron como principal tarea dotar al país de una nueva Constitución capaz de plasmar, entre otras aspiraciones, la justicia social y palancas materiales a desarrollar destacando, en el corto y mediano plazo, los medios y fines económicos a salvaguardar para el “bien del pueblo y la patria” concretándose, con puntual transparencia (Constituyente de 1917) que la “riqueza del suelo y subsuelo serán propiedad de la nación” lo que demandaba la rectoría del Estado sobre la industria estratégica futura.

Sin demerito a las acciones, pensar y mirar de no pocos de aquellos hombres formados en las filas nacionalistas revolucionarias (Cárdenas, Mújica, Alvarado, Carrillo Puerto) es justo señalar los antecedentes avenidos de movimientos sociales acaecidos en Francia, Alemania, Italia y otros donde, el planteamiento reivindicativo más trascendente de los conocidos, lo representó la Revolución Socialista obrero- campesina Bolchevique la que, de inmediato, convirtió en patrimonio público los recursos naturales hasta entonces explotados por unos cuantos que, obedeciendo a necesidades propias, sirvió a los caudillos Mexicanos para constitucional y programáticamente determinar la defensa patrimonial de los recursos naturales existentes a lo largo y ancho del territorio.

Una vez contenido en la Carta Magna, y por encima del histórico acierto, en la sucesión de 1924 la mafia sonorense gobernante decidió imponer en la presidencia, después de Álvaro Obregón, a Elías Calles generando un levantamiento militar en respaldo de Adolfo de la Huerta que fue decidido, ni más ni menos, a través de una traición a la patria cuando la tribu obregonista pactó con Washington, a cambio de armas para aplastar a los huertistas, la explotación de mantos petroleros garantizados por medio de los “acuerdos de Bucareli” redactados en lo oscurito y hasta el día de hoy reservados o alterados: trágico suceso agotado en 1938 mediante la expropiación petrolera ejecutada por el Presidente Lázaro Cárdenas.

Como sabemos el rescate cardenista pronto fue eclipsado por la corrupta e impune familia revolucionaria priista cuando, sin mediar trámite alguno, hizo de la propiedad comunitaria un filón para provecho particular despilfarrando, saqueando, desviando y concesionando una riqueza que gradualmente paso de lo mucho a lo poco hasta convertirse en nada para las mayorías contradiciendo, legal y económicamente, el que dicho caudal terminara en provecho de grupúsculos oligarcas concentradores no solo de las fuentes originales (minería, petróleo, acuíferos, gas,) sino también de la producción estratégica (acero, ferrocarriles, agroindustria, textiles ) dando como saldo una gigantesca acumulación del poder económico.

Precisamente ni la prolongada noche neoliberal lograron colmar la sed del régimen y sus aliados privados lo que llevó, al colmo del extremo, a privatizar Pemex durante el sexenio de Peña Nieto. Un atentado desaseado que no solo deshonró la historia sino que mancilló a la Constitución, enlodó a la clase política, a los partidos, legisladores, sindicatos charros y a la misma Suprema Corte de Justicia los que lejos de oponerse apoyaron o guardaron silencio.

Veremos cuanto canta el señor Emilio Lozoya…

* El autor es diplomado en Periodismo por la UABC.

En esta nota