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Ruco

Malo si te ves, pero peor si te sientes ruco. Aunque -en realidad- lo que cuenta es cómo te ven los demás. Según yo, ahí está el quid entre la edad que uno tiene y la que proyecta. 

Malo si te ves, pero peor si te sientes ruco. Aunque -en realidad- lo que cuenta es cómo te ven los demás. Según yo, ahí está el quid entre la edad que uno tiene y la que proyecta.

Nada ni nadie puede detener el tiempo. Chronos es implacable. Pero, los eufemísticamente llamados de “la tercera edad” podemos procurar una mente dinámica y un aspecto físico cuidado hasta donde sea posible…

Aunque la suma de los años es lo más natural del mundo, en nuestro país calificar de viejo a un individuo tiene carga negativa. Y si se utilizan las palabras vejestorio sube de tono del agravio y vejete es el acabose. Vetusto, menos usual, es más solemne pero igualmente denigrante.

Ahora bien, el mayor atributo que cosecha quien ha vivido muchos años es la experiencia. Cualidad que incomprensiblemente se aprovecha poco y se estiman menos. La mayoría quiere escarmentar en cabeza propia. Decidir desde su propia perspectiva, aunque sea limitada.

Yo, no soy joven… pero me siento como si lo fuera. ¿Autoengaño? No, simplemente creo en la fuerza de lo que pienso.

LA PALABRA DE HOY: RUCO

En quechua, lengua del Imperio Inca que hoy se sigue hablando en Perú, Bolivia y zonas de Ecuador, Colombia, Chile y Argentina, 'rukhu' es anciano, viejo… decrépito. Por ejemplo, Rucu Pichincha es un volcán de Quito. Y de que es viejo, lo es.

¿Cuándo y cómo llegó dicha palabra a nosotros? No lo sé. En el Diccionario breve de mexicanismos de Guido Gómez de Silva, ruco o ruca se define como adjetivo coloquial que equivale a viejo sin especificar su origen.

En el hablar cotidiano, los adolescentes ven a los mayores de 35 como rucos y a los de 50 en adelante, como ruquísimos. También es un diferenciador clasista; “Un ruco alivianado con buena nave” o “una ruca con mucha lana”.

DE MI LIBRERO: EL VIEJO Y EL MAR.

En lo años 60 leí esta novela que me dejó una gran lección de vida: La perseverancia. Recuerdo muy bien al personaje de la novela de Ernest Hemingway: El Viejo de nombre Santiago, un pescador de avanzada edad que llevaba más de 80 días si atrapar un pez…

Por fin, pica el anzuelo un gigantesco pez espada y lucha con él durante tres días. Casi delirando lo logra y lo amarra por un lado de su bote…

Cuando creía que había triunfado, llegaron los tiburones atraídos por la sangre de la presa. Santiago mató al primer tiburón cuando ya había devorado una parte del pez. En la lucha, perdió su arpón y con otro improvisado lidió y mató a cuatro acechantes tiburones.

Santiago llegó al embarcadero con el puro esqueleto de espinas y sintiéndose derrotado se fue a descansar. Al día siguiente, los pescadores alabaron la hazaña y tesón del Viejo.

Esta novela es muy recomendable para que los jóvenes aprendan que “el que persevera alcanza”. Ya me despido con otro refrán que alude a mis 69 años antier cumplidos: “Rucos los cerros”.





*El autor es profesor de Redacción Creativa en Cetys Universidad.