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Prensa maligna o benigna

En la mañanera presidencial de mediados de la semana pasada López Obrador, en alusión directa a la prensa dividió, sin rodeos, al gremio periodístico entre buenos y malos, en venales y justos donde los primeros en exclusivo refieren lo negativo del gobierno mientras los segundos, que son los menos, lo defienden.

En la mañanera presidencial de mediados de la semana pasada López Obrador, en alusión directa a la prensa dividió, sin rodeos, al gremio periodístico entre buenos y malos, en venales y justos donde los primeros en exclusivo refieren lo negativo del gobierno mientras los segundos, que son los menos, lo defienden.

En la obviedad de sus detractores y defensores, empero, AMLO ni por asomo caracterizó un oficio que no de ahora sino de tiempo perpetuo dichos medios han fraguado frente al templo del poder económico y político que la burguesía, y gobernantes impuestos, exigen como vínculo exaltador de embelesamiento masivo ya que lo maquinado a través del periodismo, lo justifiquen como gusten y manden, es un atributo vital para el aparato ideológico o enajenante determinado por el estado para encubrir, calumniar, premiar o castigar.

Reducir, por lo mismo, lo fraguado por la prensa hacia determinados blasfemos del gobernante o contra justificadores del mismo poco abona a una tóxica realidad consistente, excepciones al margen, a no reconocer el papel mercenario que periódicos y escribanos recrean en dependencia de dos vertientes: la relacionada con el pensar y negocio de los propietarios y el apego de la publicación a los entresijos de la clase política, zancadillas internas, golpes bajos o forzados consensos cuando determinada situación pone en riesgo intereses comunes verificándose, así, una agenda cuya prioridad no es comunicar lo que aqueja a los gobernados y menos a sus cuestionadores.

Ignoramos hasta donde López Obrador conoce la realidad de los medios a partir del vilipendio o elogio hacia sus hechos y dichos (y no tanto) por ser chayoteros, por una parte, y de la otra, sonoros aplaudidores que sin espejear liberan incienso al Presidente lo que los deja verse igual de oportunistas que ya sea por fuentes transparentes o a trasmano son premiados lo que verifica – y certifica- la existencia de una sola especie de chayote: en Tijuana la TV, radio y publicaciones asociados a Jaime Bonilla son un monasterio característico de lo antes anotado.

Retornando la moraleja del Sr. Presidente; precisa recordar a Francisco Zarco el político, pensador y colaborador de todas las confianzas de Juárez. El valiente reformista a quien en múltiples ocasiones su conciencia lo demandó el periodista redactó y publicó inflexibles críticas a don Benito por encima de la mutua lealtad y congruente identidad liberal que los unía.

Garbanzos de libra de aquellos cronistas y analistas que dejaron testimonio sobre un histórico paréntesis de luces, de vientos que dieron fe sobre un México que no siempre ha sido insolvente con relación al intelecto, a la lucidez de mujeres y hombres de escribir crítico, emancipado, libre y dotado de escrúpulos firmemente desvinculados del Poder y sus mediadores encargados de mantener, en particular, la mordaza que impone silenciar o adulterar la verdad pues una mentira, en el razonar hitleriano, de tanto repetirse se vuelve verdad.

Aunque parezca inaudito, el absolutismo de la prensa mexicana e inexpugnable impunidad ya presenta velas roídas ante la embestida de las redes sociales…

* El autor es diplomado en Periodismo por la UABC.

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