Navidad de niños
Hace más de dos mil seiscientos años no existía la Navidad como hoy. La celebración se realizaba durante el solsticio de invierno.
Hace más de dos mil seiscientos años no existía la Navidad como hoy. La celebración se realizaba durante el solsticio de invierno, fenómeno natural que constituye el origen de toda celebración navideña, aún más remota que las costumbres babilónicas.
Durante este solsticio se produce un acontecimiento cósmico que vivifica la naturaleza con su luz y su calor, razón por la cual, para todas las culturas antiguas, representaba el auténtico nacimiento del sol y, con él, toda la naturaleza comenzaba a despertar lentamente de su letargo. Los humanos veían en esta manifestación natural la renovación de sus esperanzas de supervivencia gracias a la fertilidad de la tierra.
La fiesta giraba en torno a grandes festejos caracterizados por la alegría general y el protagonismo de las hogueras, alrededor de las cuales se concentraban los lugareños, con el fin de manifestar su alborozo y esperanza mediante ceremonias colectivas centradas en cantos y danzas rituales. Las grandes hogueras, al margen de simbolizar el gran acontecimiento, tenían la función de excitar el calor y la fuerza de los rayos de un sol recién nacido que encaraba su curso hacia la primavera, inundando la tierra con su poder regenerador.
En la actualidad, la navidad es un verdadero caldo de cultivo para los comerciantes y el consumismo, pero todo detrás de una pantalla o envoltorio cristiano, a modo de aliviar la pena consumista. En esta vida de consumo, como lo sugiere Zygmunt Bauman, los individuos pasamos a ser los promotores del producto y el producto que promovemos, puesto que debemos, según postula el sociólogo, aprobar el examen para acceder a los tan codiciados reconocimientos sociales que exigen reciclarse bajo la forma de bienes de cambio; es decir, como productos capaces de captar la atención, atraer clientes y generar demanda. Esta transformación de los consumidores en objeto de consumo es el rasgo más importante de la sociedad contemporánea.
Ahora bien, ¿debemos de festejar la navidad?, seguro que muchas personas festejan la navidad, pues profesan el cristianismo; entonces, en particular, algunos festejan la navidad. Pero, algunos otros no participan de estas fiestas, puesto que su doctrina establece una laicidad en sentido filosófico, aquel que propugna una visión naturalista y razonable de la vida sin sostener ningún dogma. A lo sumo se conmemora el solsticio de invierno. En el fondo, la esencia humana podría generar un conflicto en los cristianos, puesto que muchos son adogmáticos y promueve una visión del mundo libre de seres sobrenaturales. El equilibrio se encuentra en el respeto a la intimidad, puesto que tenemos que ser tolerantes de todas las religiones cultivadas en el ámbito privado, convirtiéndose ella en el centro de unión de todos los hombres.
Independientemente de las creencias existen los niños, ellos no dividen y contribuyen a que los miembros de la familia se sientan más unidos. Lo más importante es hacerlos vivir un momento maravilloso, donde les enseñemos que además de ser una época de fiesta y regalos; también es un momento para realizar buenas acciones, dar amor, paz y unión familiar.
*- El autor es Coordinador del Área Pericial del Instituto INJUS.
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