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Marchante

Como no soy “machista leninista” debía haber titulado esta columna como marchanta y mejor aún, marchantita como se acostumbraba decirles a las clientas frecuentes o posibles en los mercados.

Como no soy “machista leninista” debía haber titulado esta columna como marchanta y mejor aún, marchantita como se acostumbraba decirles a las clientas frecuentes o posibles en los mercados, sobre todo en los ambulantes: “Pásele marchantita, aquí le tengo su frutita”. ¡Claro, en diminutivo! Porque ese es el idiolecto del mexicano…

¿Que qué carambas es idiolecto? Pues son los rasgos expresivos característicos de una comunidad. El diminutivo es el condimento preferido cuando los mexicanos hablamos de alimentos y comida: “Unos frijolitos con su quesito rayado”.

E insisto, lo de marchantita se está perdiendo porque ahora todas son güeritas por más morenazas que sean: “Güerita, llévele al patrón su chile poblano” (entre melosa táctica comercial y albur alvaradeño).

Ahora bien, marchante podía pasar por una palabra de remoto origen nahuatlata; pero no. A México nos llegó por los delirios afrancesados de la sociedad fifí porfiriana. Los ricachones o seudo acaudalados utilizaban palabras de origen galo para presumir su supuesta alcurnia. Un mercante (como los barcos) o un mercader o un marchante eran y son los que se dedican a mover, promover y vender mercancías. Los marchantes lo mismo vendían obras de arte, que especias de ultramar, que sedas del lejano Oriente…

Poco a poco, el concepto se fue expandiendo en la forma de hablar de distintas capas sociales y a la vez, diversificándose. A tal grado que el término marchante lo mismo designaba al que vendía como al que compraba. Y todavía hoy es común escuchar algo así: “Tengo un marchante buenísimo que consigue lo que sea.” Sin que eso sea ilegal o truculento.

Los marchantes y las marchantas foxiánamnte reiterados son los que se posicionan de un determinado comercio, lugar o situación. Así surge la derivación amarchantarse. Que puede ser algo objetivo como una tienda o subjetivo, como “el amigo de mi hijo que ya se amarchantó a comer en la casa”.

También los políticos tienen sus marchantes (no sólo los que marchan en las manifestaciones de adición o de protesta); sino una clientela embelesada, amarchantada.

LA PALABRA DE HOY: MARCHANTE.

En el Diccionario breve de mexicanismos del célebre filólogo, Guido Gómez de Silva, lo define así: Marchante / marchanta: Adjetivo perteneciente al comercio mercantil del francés 'marchand', adjetivo / sustantivo que significa “comerciante”. Y más remoto aún, del latín vulgar 'mercatant' / 'mercatans' (mercantes). En latín 'mercatus' es el participio pasivo de 'mercari' igual a comerciar, comprar o ser comprador, en particular cuando suele hacerlo de un mismo lugar.

DE MI VIDEOTECA: EL MERCADER DE VENECIA.

Película del 2004 que es una adaptación a la magistral pieza teatral del mismo nombre escrita por William Shakespeare entre 1596 y 1598, drama pasional en el que impera la hipocresía y la intolerancia religiosa…

Dirigida por Michel Radford e interpretada por Al Pacino, Jeremy Irons y Joseph Fiennes entre otros. En la trama: Antonio, un hombre rico que posee barcos mercantes, le presta dinero a un amigo para que conquiste a una bella mujer en la liberal y pujante Venecia de aquella época. Antonio se endeuda y el usurero prestamista la toma en contra de los dos amigos… ¡Alto al “spoiler”! En Amazon puede “mercarla” apreciado marchante.

*El autor es profesor de Redacción Creativa en Cetys Universidad.