Edición México
Suscríbete
Ed. México

El Imparcial / Columnas / Columna Mexicali

Los frutos de esta pandemia

Este año 2020 sin duda alguna, ha sido un año en el que hemos vivido cosas que nunca hubiéramos podido imaginar.

Este año 2020 sin duda alguna, ha sido un año en el que hemos vivido cosas que nunca hubiéramos podido imaginar. Acostumbrados como estábamos a nuestra rutina diaria, a salir de compras, andar en la calle, ir a fiestas, reuniones, a la Iglesia, llevar a los niños a la escuela, todo lo que para nosotros era tan normal, de un día para otro lo perdimos, provocando sobre todo al inicio, miedo, desconcierto e incertidumbre de cuánto tiempo estaríamos así.

¿Por qué Dios ha permitido que estemos en esta situación? ¿Qué querrá él que saquemos de provecho para nuestra vida en estos momentos? ¿Qué hemos perdido y qué hemos ganado con esta situación tan dolorosa y especial?

Ciertamente a nadie nos gusta perder. Apenas conquistamos algo, nos invade el miedo a perderlo, haciendo que parte de nuestra vida transcurra en un estado de ansiedad y zozobra, lo cual nos impide disfrutar plenamente de lo que hemos alcanzado o construido. Este temor a las pérdidas, tiene un responsable: El bombardeo constante de los medios y del ambiente que durante muchos años hemos recibido: La vida es acumular, tener siempre más, jamás menos, porque perder es sinónimo de derrota y fracaso en cualquier esfera de la vida. Nos hacen creer que tener el celular más nuevo, la casa más grande, el viaje al destino más exótico, el carro del año, nos dará más valor y seremos más felices. Corremos entonces tras ello, porque creemos que “más” es sinónimo de “mejor”, y corremos tanto, que nos olvidamos de disfrutar y valorar el momento que estamos viviendo y a quienes tenemos cerca.

Lo que no sabemos, pero Dios si lo sabe, es que lo que nos hace madurar, no es seguir sumando, sino aprender a restar. La misma vida nos enseña que, aunque no lo queramos tenemos que restar, es decir perder. Perdemos personas que amamos, que fueron muy importantes para nosotros. Y hay que aprender a restar. Restar apegos a cosas y a personas, conscientes que la vida cambia continuamente. Restar expectativas, fuente innecesaria de frustraciones y tensiones. Restar el tener cosas que en realidad no necesitamos y que finalmente nunca llenarán nuestro vacío existencial. El miedo a restar se vence aprendiendo a soltar y dejar ir. Una vez superada la resistencia inicial, encontraremos un enorme placer en deshacernos de todo aquello que nos genera tensión, sufrimiento. Así, poco a poco nos daremos cuenta que caminamos más ligeros, lo cual nos resta preocupaciones y tensiones.

Al ir más ligeros de equipaje, podremos disfrutar mucho más nuestro viaje descubriendo que la clave de la felicidad no es tener más sino desear menos. Cuando descartamos algo, porque no lo necesitamos, ganamos más de lo que perdemos, al cortar un vínculo de dependencia, ganamos libertad interior, un cambio que vale mucho la pena. Ojalá uno de los frutos de esta pandemia, al ver tanto sufrimiento en quienes pierden su ser querido, sea buscar a Dios, conocerlo y pedirle ese espíritu de desprendimiento, y aceptación a su voluntad, claves esenciales para ser más felices los días que nos resten de vida.

¡Mujer mexicana forja tu Patria!

* La autora es consejera familiar

En esta nota