Edición México
Suscríbete
Ed. México

El Imparcial / Columnas / Columna Mexicali

La violencia contra periodistas

No se puede entender la violencia contra los periodistas y en particular el artero asesinato de Lourdes Maldonado y Margarito Martínez en Tijuana.

No se puede entender la violencia contra los periodistas y en particular el artero asesinato de Lourdes Maldonado y Margarito Martínez en Tijuana, sin entender el contexto político y social que priva ahora tanto a nivel nacional como en el estado.

Los periodistas se vuelven incómodos y se convierten en una amenaza cuando, mediante su trabajo, arrojan luz sobre algo que algunos intereses (políticos, económicos y de otro tipo) no quieren que salga a la luz pública. Por eso el arma de los periodistas es la verdad y el dar a conocer lo que sucede en los hechos, aunque a veces sea difícil escapar de los juicios personales.

En México y a nivel local hay un nuevo contexto que está arreciando la violencia contra los periodistas, aunque en sus orígenes hay mucho del pasado. En Baja California, por ejemplo, el cambio político que significó el triunfo de Morena llegó acompañado de muchas tensiones y violencia de diversa índole, lo que resulta paradójico con la enorme ventaja y legitimidad con la que el nuevo partido se impuso en el gobierno.

El precedente de haber querido modificar de dos a cinco años el periodo de gobierno, introdujo desde el principio de la etapa morenista un elemento violatorio de la legalidad, y dio paso a un gobierno autoritario que se fincó mucho en la intimidación y la descalificación de sus oponentes y detractores.

En lugar de instaurar un proceso de “transición” de un viejo a un nuevo gobierno en BC, se instauró un proceso violento de desmantelamiento de algunas instituciones y de sometimiento de algunas otras como el poder legislativo y el poder judicial, buscando concentrar el control absoluto en el gobernador.

Desde ese poder se buscó un sometimiento de todos los actores relevantes como los empresarios, los partidos políticos, los medios y periodistas, pero incluso los mismos oponentes o rivales internos como algunos acaldes (Tijuana y Tecate) y funcionarios, hasta llegar a intentar maniatar y desequilibrar a la nueva gobernadora de Morena.

Con Morena, en suma, se instauró un clima de violencia e intimidación, de persecución y confrontación política y social, obligando a algunos grupos sociales a replegarse y bajar la voz para evitar las represalias y las amenazas que podrían llegar desde el poder local.

Este proceso ha corrido paralelo al aumento de las muertes violentas en todo el estado, semejante al cruento periodo de 2007-08 en Tijuana, convirtiendo a las ciudades de BC como las más inseguras y violentas del país las 24 horas del día. Toda la gente vive con miedo.

En este contexto también mueren sospechosamente personajes que utilizan las redes sociales en las que ligan en una mezcla explosiva y extraña rumores y datos que vienen del submundo del narcotráfico y de las esferas de los gobiernos, usando todo como un tubo de desagüe para hacerse de un extraño poder que les permite extorsionar.

Es parte de la descomposición y del debilitamiento del tejido institucional. La muerte de Margarito y de Lourdes Maldonado ocurre en este contexto. En el caso particular de Lourdes no se puede soslayar, como se intenta promover, que en su pleito de carácter laboral con la empresa de Jaime Bonilla ella se enfrentaba a un personaje poderoso que hacía difícil obtener un triunfo.

Así lo expresó en la mañanera del presidente López Obrador, en donde dijo claramente que sentía temor de sufrir represalias por lo que pedía ayuda y protección del gobierno. Valiente como era, sabía que estaba corriendo un riesgo que se incrementó más cuando ganó el “laudo”, lo que le daba la posibilidad de ir más allá para darle solidez a su denuncia de todas las irregularidades laborales que imperaban en la empresa de Bonilla, según lo expresó con toda su fuerza.

Lourdes estaba consciente de que se estaba metiendo en la boca del lobo, sola y sin protección. Ahora lo que le conviene al mismo Bonilla y al presidente de la república es que todo se aclare, se investigue y se juzgue a los responsables. No hay que descartar, a priori, ninguna hipótesis. No hay que exonerar a nadie hasta que se haya terminado con las indagaciones.

Si dejamos que se acalle a los periodistas, ya sea por ejercer su oficio o por conflictos laborales (que tienen tintes políticos), se impondrá poco a poco la violencia homicida, aumentará la descomposición social y en la confusión y el río revuelto tomarán el control los intereses más oscuros de la sociedad. ¿O ya lo tienen?

La gobernabilidad basada en la violencia y en el sometimiento de las instituciones, o en el rompimiento de los cauces legales o institucionales, no le ayudará a los gobiernos de Morena a inaugurar una nueva etapa, más próspera y democrática para la sociedad. Sólo le entregará el poder a una nueva mafia.

*El autor es analista político

En esta nota