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La sociedad y los versos que la juzgan

Porque en los últimos treinta años se ha creado la idea de que el poeta no debe mostrarse solidario con la humanidad, con los miserables, con los inmigrantes, con los que quedaron al margen de la globalización.

¿Por qué es raro que los poetas enarbolen una poesía de canto social, de himno de batalla contra las injusticias que nos rodean? Porque en los últimos treinta años se ha creado la idea de que el poeta no debe mostrarse solidario con la humanidad, con los miserables, con los inmigrantes, con los que quedaron al margen de la globalización.

Que el poeta era su lenguaje, su perfección barroca del lenguaje, y no la vida que giraba a su alrededor; que el bardo no debía usar su obra para defender lo que le parecía necesario defender, con el propósito de luchar contra los abusos del poder, contra los dogmas de la clerecía, contra los que abominan de la libertad en todas sus formas.

Esa no era la misión del poeta. Pero esa es, precisamente, una de las principales misiones del poeta: dar la voz de alarma siempre y en todo lugar. Advertir lo que está mal y combatir toda clase de dictaduras e imposiciones, de censuras y condenas a la libertad expresiva.

Sin embargo es visible un factor nuevo a tomarse en cuenta en esta clase de apostolado verbal. Si en sus reconocidos antecesores, el mundo en su ceguera, en su estulticia, les producía dolor y rabia a los poetas hipanohablantes del siglo XX (desde Pablo Neruda hasta Ángel González), en la poesía muy siglo XXI un elemento se agrega de forma preeminente: el sentido cáustico del humor negro, la capacidad de reírse del mundo en su ridículo.

Ya no estamos en la poesía retumbante que es marcha organizada, obra literaria al servicio de una causa. En nuestro tiempo somos menos radicales, tomamos el mundo con menos dramatismo.

Ahora se critica desde las redes sociales, desde el Facebook y el Twitter, que son el pan nuestro de cada día. Dios, la patria, el orden ya no son diques confiables a la hora del avance libertario. La poesía de crítica social se escribe dentro de una comunidad ávida de comunicarse entre sí, anhelante de probar que no se requieren partidos o ideologías para demostrar que estamos hartos de toda clase de tiranías, desde las dictaduras mediáticas hasta los arcaicos autoritarismos de los usos y costumbres, pasando por la uniformidad apabullante y la guerra de todos contra todos.

Y es que hoy habitamos nuestros sueños mejor que vivimos nuestra realidad. Y es que hoy somos tribus vagabundas en el desierto de los megabytes. Todo está aquí: en la pantalla de nuestra computadora, en el mensaje que mandamos por nuestro teléfono celular, en la noticia que nos llega al instante.

Para este nuevo mundo y para esta realidad en caos, la poesía crítica está ni que mandada a hacer. En primer lugar porque responde al nuevo espíritu tribal del siglo XXI, en donde tu conflicto es mi conflicto, y porque apuesta por la lucidez y el sentido común frente al orden establecido y la visión intimista.

El yo poético es un yo que busca la convivencia sensible, sensitiva, no la masa acrítica, no el pueblo que sigue al líder del momento, a la estrella de moda. Poesía que tiene mucho de Bertolt Brecht y Jacques Prevert, mucho de Jaime Sabines y Manu Chau, mucho de WikiLeaks y Anonymus aderezado con la poesía beat como visión alternativa del mundo, como respuesta burlona a los poderes que nos gobiernan sentados en su propia hipocresía, en su propias mentiras.

Los poetas que la practican, como ciudadanos conscientes de su entorno, están cabreados con un sistema obsoleto a toda escala (de lo local a lo mundial), que sólo existe para colmar los caprichos e intereses de las clases privilegiadas (sean políticas o empresariales) en el poder.

Es significativo que esta poesía sea vocera de una colectividad descentralizada, una poesía que es crítica feroz de todo lo que impide al individuo su libertad, su expresividad. Poesía plural, sin jerarquías, a carta cabal, que expresa la indignación de vivir en un mundo corrupto, en una sociedad hecha de ciegos que conducen a otros ciegos hacia el abismo.

En tal sentido, esta clase de poesía es la rama nueva de una vieja tradición contestataria y es, al mismo tiempo, punto de partida hacia otro mundo, hacia una nueva edad del verbo hecho humanidad, del verso hecho agitación permanente. Porque todo está aquí. Porque todo es ahora. Y hay que decirlo para mantener la esperanza de un mundo nuevo, uno mejor que en el que hoy vivimos.

*- El autor es escritor, miembro de la Academia Mexicana de la Lengua.

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