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La poesía nativa bajacaliforniana

Pocas veces lo pensamos. Pocas veces lo damos a conocer. Pero una de las grandes riquezas de Baja California –que tiene muchas y de muy distintos orígeneses sus comunidades nativas.

Por Gabriel Trujillo

Pocas veces lo pensamos. Pocas veces lo damos a conocer. Pero una de las grandes riquezas de Baja California –que tiene muchas y de muy distintos orígeneses sus comunidades nativas, sus grupos indígenas con toda su cultura, sus saberes, sus tradiciones y cosmologías. Porque ellos son la raíz de Baja California, el símbolo de la presencia humana más antigua en esta región del mundo, y por eso es necesario tenerlo siempre presente, no olvidarlo porque de esa realidad nace mucho de lo que somos aun ahora, mucho de lo que deberíamos conocer para sobrevivir en esta región por demás inhóspita. Si vemos, por ejemplo, las pinturas rupestres peninsulares como poesía visual de grandes dimensiones, podemos entender que ahí, entre conejos y ballenas, entre cazadores y danzantes, la poesía era una actividad multidisciplinaria, un acto colectivo.

Por eso es importante acercarnos a sus cantos, comprender su lectura de la vida que los rodeaba, del entorno en que vivían antes de la llegada de los occidentales a sus tierras, porque estos grupos indígenas, estos cazadores y recolectores que han vivido desde hace miles de años en la parte norte peninsular, tienen mucho que ofrecernos con respecto a su íntima relación con el medio ambiente donde decidieron residir, con la tierra, el cielo y el agua como un todo pleno de enseñanzas y sabiduría.

Hagamos entonces las preguntas pertinentes, en términos literarios, sobre la poesía bajacaliforniana que da comienzo como rito, como ceremonia, como comunidad: ¿Cómo da inicio la poesía en Baja California? ¿En el primer nativo que cantó su júbilo o su duelo? ¿En la primera invocación a sus dioses antes de comenzar la cacería? ¿En el relato tejido, por la memoria colectiva, sobre las peripecias de sus ancestros? Como haya sido, Baja California, una península americana en la costa norte del océano Pacífico, se fue poblando alrededor de hace once mil años por tribus nómadas que ya traían su propia cultura como equipaje. Y decir aquí cultura es decir canciones que retratan la vida cotidiana de sus comunidades, sus mitos y creencias, sus actos de vida, muerte y supervivencia.

Muchos pensadores, a lo largo de la historia universal, han dicho que la literatura y la música comparten un mismo ritual: el de la palabra que se canta como vínculo comunitario. Así la literatura bajacaliforniana nace como himno, canción, oratorio, visión de la otredad, relato legendario, aprendizaje colectivo, actitud ante la existencia nómada de sus comunidades, como ceremonia religiosa y reflejo del mundo en que se vive. Punto de partida para reconocerse humanos en una tierra árida, hostil en grado sumo, difícil de vivir para los pueblos que la convirtieron en su casa, en su hogar: los cochimíes, los kiliwas, los pai pais, los cucapás y lo kimiais. Los pueblos que le cantaron a Baja California desde sus creencias, los que mostraron su sabiduría entonando versos a la naturaleza que los rodeaba: “El sol sale e ilumina la tierra/La claridad llega y yo me voy/Me voy llevando la claridad/Me voy cantando la claridad”.

La tradición literaria-musical que hoy es parte del arte indígena bajacaliforniano es una mezcla de rituales antiguos y adaptaciones a los tiempos modernos que a estas comunidades les ha tocado vivir. Los indígenas han tomado, en cada época y circunstancia, aquello que les ha servido para mantener sus costumbres, sus rituales y canciones, pero les han añadido aquellos materiales o melodías de otros grupos indígenas o de otras culturas. Un proceso de apropiación que les ha permitido superar sus momentos de olvido y suplir con variaciones los cantos primigenios de sus respectivas colectividades.

Tómese en cuenta que el repertorio de la literatura oral de los grupos indígenas bajacalifornianos (kiliwa, kimiai, cucapá, cochimí y pai-pai) siempre estuvo restringido en su sabiduría más profunda a unos cuantos hechiceros o capitanes de cada tribu, pero a su vez fue un conocimiento compartido por toda la comunidad. Lo que los cantos, la poesía nativa, dice es que son una forma de exponer su propia identidad frente a un mundo en constante transformación. Una manera de recordarnos que siguen vivos, que son persistentes, que nunca van a desaparecer: “Con lentitud el sol desciende/Con lentitud nos deja de alumbrar/Pero el sol vuelve siempre/Siempre vuelve a nosotros”.

Y lo mismo hace la poesía de los nativos de nuestra península: es como el sol y como éste siempre vuelve a nosotros, siempre nos está indicando el camino. En su claridad están los orígenes de lo que hoy, pomposamente, llamamos literatura.

*- El autor es escritor, miembro de la Academia Mexicana de la Lengua.

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