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La muerte de Brayan Efrén

A Brayan Efrén le pegaron cinco veces con una roca y le hicieron profundas heridas para matarlo el pasado domingo en un paraje de Playas de Rosarito. Tenía apenas 13 años, pensó que tendría una vida como la mayoría de nosotros, pero una brutal golpiza que no debió durar más de unos segundos le arrebató todo.

A Brayan Efrén le pegaron cinco veces con una roca y le hicieron profundas heridas para matarlo el pasado domingo en un paraje de Playas de Rosarito. Tenía apenas 13 años, pensó que tendría una vida como la mayoría de nosotros, pero una brutal golpiza que no debió durar más de unos segundos le arrebató todo.

Minutos después de las seis de la tarde salió de su casa acompañado de una persona de confianza que lo alejó suficiente de otras personas para perpetrar su crimen. Su abuela lo encontró la mañana del lunes, luego vinieron las noticias, las acciones de la Fiscalía, la conferencia de prensa de los investigadores, el triste encierro y el clamor al unísono de justicia, los globos blancos, los recuerdos y más noticias.

No hay que ser un genio de las ciencias sociales para decir que la sociedad cada vez está más atemorizada por actos así: feminicidios monstruosos, infanticidios, asaltantes que no le tienen miedo a matar a ancianos indefensos, una galería de notas rojas que nos lleva a una urgencia común, constante y sonante: necesitamos reconstruir el tejido social, esa hebra que nos mantiene a todos unidos protegiéndonos, respetándonos para vivir en comunidad.

Si bien, las autoridades no pudieron prever que un drogadicto celoso tuviera la mente tan desviada como para atacar a un niño de esa forma, hay que decir que ese clamor ciudadano parte de que los delincuentes no sienten que serán atrapados, por lo que debemos trabajar en los dos sentidos.

Primero, reconstruyendo el tejido social y segundo, combatiendo la impunidad, que las consecuencias sean claras, que los castigos sean suficientemente severos para que los delincuentes piensen dos veces, al menos los que todavía tienen capacidad de pensar y no han sido convertidos en seres sin juicio ni criterio, como tantos que andan por ahí matando y destruyendo familias.

Tenemos claro, por ejemplo, que la violencia escala. Empieza con actos pequeños y ascienden hasta el asesinato, y en toda esa ruta de la muerte las víctimas no ven a un policía o a un fiscal que actúe para detener a los verdugos o encerrar a los perpetradores, aunque tampoco confían mucho en denunciar. Los ven, ya con el niño en la morgue, narrándole a los reporteros lo que sucedió, cuando ya no hay una vida potencial sino dolor e ira que se acumula.

Por lo tanto, y para que más niños como Brayan Efrén no sean víctimas de estos niveles de violencia, hay que hacernos todos responsables. La empatía es una herramienta básica para vivir en el mundo. El asesino se drogaba y nadie detuvo su camino hacia la locura. Hay que observar nuestros riesgos y protegernos, cuidar a los niños, a las mujeres y a todos los que sean vulnerables. Hay que tejer esas redes que nos unen como seres humanos, como individuos que tienen un acuerdo para vivir en sociedad, una sociedad de leyes, pero también una sociedad valores.

Es justo en ese sentido donde la justicia juega un papel absolutamente fundamental, si no hay impunidad y realmente los criminales les temen a las celdas, les temen a los agentes de policías, seguramente analizarán bien las consecuencias antes de llevar a un niño a un paraje alejado con una navaja en el bolsillo. Tal vez pensarán en la familia que devastan o, cuando menos, sabrán que un uniformado los privará de la libertad, así como ellos extinguieron sueños inocentes.

*- El autor es periodista con 25 años de carrera, ha encabezado noticieros en la televisión internacional; ganó el premio Nacional de Periodismo y ha sido académico, además dirige la página www.alfredoalvarez.mx.

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