Edición México
Suscríbete
Ed. México

El Imparcial / Columnas / Columna Mexicali

La corrupción y el arca de Noé de Morena

En este momento la opinión pública está distraída con el caso de Genaro García Luna, pero hace unos días sucedió un hecho que sacudió al recién estrenado gobierno de Morena en Baja California. 

En este momento la opinión pública está distraída con el caso de Genaro García Luna, pero hace unos días sucedió un hecho que sacudió al recién estrenado gobierno de Morena en Baja California. Resulta que a menos de un mes de haber inaugurado este gobierno, dos funcionarios de primer nivel ya han salido por sospechas de corrupción, uno de ellos es la secretaria de Bienestar Social Cynthia Gissel García Soberanes y otro es el Oficial Mayor Jesús Núñez Camacho, en tanto que el secretario general de gobierno, Amador Rodríguez Lozano está, por lo menos hasta ahora, salpicado.

El caso es paradójico, pues hace apenas unas dos o tres semanas el mismo secretario de gobierno Rodríguez Lozano había anunciado, en una acción espectacular, que en este gobierno se irían a fondo contra el ex gobernador Francisco Vega de Lamadrid, al descubrirle diversas irregularidades cometidas durante la administración panista.

En cuestión de unos días los denunciantes salieron denunciados, fortaleciendo la incredulidad que hay en algunos sectores sociales con respecto al gobierno de Morena y en especial contra la gubernatura de Jaime Bonilla. El golpe es fulminante para un gobierno que no logra superar el desprestigio y la pérdida de legitimidad que le ocasionaron sus intentos de alargar el periodo de la gubernatura. Ha ido de un golpe tras otro.

Bonilla y su grupo están haciendo un intento por controlar los daños o disminuir sus efectos antes de la decisión de la SCJN, pero a estas alturas ya hay bastantes indicios de que ya sean dos o cinco años, su gobierno se va a caracterizar por los casos de corrupción o de escándalos y los conflictos de interés.

Al margen de los casos individuales, como tiende a ser explicado generalmente, el fenómeno de la corrupción en Baja California puede verse incrementado, paradójicamente, por lo que representa Morena y en particular por el núcleo duro formado por los viejos priistas que componen el círculo de Bonilla y que son los que han integrado los principales equipos de gobierno.

Morena, como ya lo he escrito otras veces, no es estrictamente un partido político sino una amalgama de grupos o de individuos e intereses diversos atraídos por la ambición y el oportunismo más descarnado, la mayoría son priistas o ex priistas, pero también hay panistas o ex panistas que terminaron odiando a su partido, hay también izquierdistas o ex socialistas que se extraviaron en el camino, hasta expresiones de derecha y hasta de la ultraderecha. Una verdadera mescolanza política e ideológica.

Al colapsarse el resto de los partidos como el PRI y el PAN, así como los más pequeñitos que no pueden sobrevivir, Morena se convirtió en el refugio de todos los políticos en desgracia en BC, pero también en una salida para todos o para cualquiera que su aspiración haya sido conseguir una plaza en el gobierno y antes era casi imposible.

Un partido así a lo que va a dar lugar es a una lucha interna permanente en los gobiernos, a un trasiego de plazas y puestos para cumplir con las cuotas y los compromisos, pero también por supuesto a una pérdida de control de los actos de corrupción. Es lo mismo que le pasó al PAN, que era un partido más institucionalizado, imaginemos ahora a un partido como Morena.

Ya hay bastantes o suficientes ejemplos en apenas un mes de iniciado el gobierno. No sólo está el caso de los funcionarios que ha salido por el asunto de los “moches”, sino también hay que agregar a ello el caso particular de los ayuntamientos de Ensenada y el de Playas de Rosarito que prácticamente nacieron muertos, por el nivel de conflicto y diferencias por esta amalgama de intereses políticos. Es el mismo caso de Tijuana, con el enfrentamiento sordo entre el alcalde y la sindicatura.

Hay que ver, además, algo que resulta inexplicable en el nuevo gobierno de Morena: darle puestos de primera importancia y con una carga simbólica, como es la secretaría de Bienestar Social, a gente que viene de la derecha política como es Gissel García. Que es el mismo caso de Javier Castañeda Pomposo, tránsfuga del PAN y miembro del PES, a quien Bonilla le dio la dirección del “Instituto para la restitución social de los bienes asegurados” (sic). Es increíble la obtusa visión de Morena.

Muchos otros puestos que el nuevo gobierno de Morena está repartiendo son para priistas o ex priistas como Laura Torres o Nancy Sánchez y muchos otros que ante el naufragio de los partidos se montan en Morena. Una imagen con la que pronto se va a identificar a Morena. Por eso, más que un cambio político o de gobierno, lo que se percibe y se siente en el ambiente del estado, incluso en el nivel del periodismo que también rápidamente se acomoda al nuevo poder, es a Morena como el arca de Noé que salva a todos y los pone al alcance del erario público.

Lo que tenemos con Morena, entonces, son todas las condiciones para que la corrupción se desborde y las ambiciones políticas viejas y nuevas encuentren un nuevo cauce.

* El autor es analista político.

En esta nota