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Hombres privados de su libertad

En uno de los artículos publicados con anterioridad, hago hincapié en el desbordamiento que está dándose en los grupos delincuenciales de nuestro país.

En uno de los artículos publicados con anterioridad, hago hincapié en el desbordamiento que está dándose en los grupos delincuenciales de nuestro país.

El huachicoleo, el narcomenudeo, los macrofraudes, el secuestro, el cobro de piso, la corrupción unida a la impunidad, son conductas que se están dando con frecuencia al grado de que hasta los niños son víctimas de los homicidios y violaciones; y poco o nada hacemos para evitar estos ilícitos.

Es cierto que los delincuentes son personas que merecen respeto y oportunidades, pero llegar a la reinserción social no es fácil, se requiere inteligencia, conocimiento y una alta vocación encaminada al rescate del ser humano, aclarando que el tratamiento de delincuentes enfermos es otra cosa, hay personas que encuentran en el delito su realización personal y que disfrutan causando daños a los demás.

Para reincorporar a la sociedad a una persona acostumbrada a delinquir, se requiere que la autoridad dé ejemplo de honestidad, buena voluntad y vocación samaritana. En una sociedad enferma de corrupción y de impunidad, poco puede hacerse sino colabora en esta tarea la sociedad civil, empezando desde la educación que se da en los niños y que debe de estar basada en orden, seguridad y acatamiento a valores de índole superior.

La educación también juega un papel determinante en el rescate de los enfermos sociales conocidos ahora como personas privadas de su libertad, cuidando de no estigmatizar o discriminar a aquellos que por desgracia llegan a cometer un delito.

Muy importante es aplicar los tratamientos preliberacionales, sobre todo en la persona de aquellos que han tenido que purgar una sentencia de privación de la libertad por largo tiempo.

La libertad vigilada es un magnífico instrumento para probar el grado de adaptación social de una persona, pero para ello se requieren recursos económicos y profesionales de primer orden, sobre todo tratándose de primodelincuentes. La idea es evitar que el sentenciado por un delito no vuelva al medio que lo llevó a delinquir y a las amistades incitadoras a la delincuencia.

En esta tarea no se busca tener buenos internos en las cárceles, sino hombres y mujeres aptos para vivir en libertad, conscientes de su dignidad como persona.

*- El autor es catedrático de la UABC.

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