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El desgaste del presidente

Para un presidente y un líder político que vive del contacto con la gente, de las plazas públicas atestadas de seguidores o de lo que se conoce en el lenguaje político como "pueblear"

Para un presidente y un líder político que vive del contacto con la gente, de las plazas públicas atestadas de seguidores o de lo que se conoce en el lenguaje político como "pueblear", como es el caso de Andrés Manuel López Obrador, la epidemia por la que atravesamos actualmente, significa paradójicamente, un tremendo desgaste para el presidente.

En realidad la parálisis y el confinamiento al que estamos obligados en estos momentos nos desgastan a todos y nos enfrenta a una incertidumbre vinculada casi todos los aspectos de la vida.

En el caso de López Obrador la pandemia lo obliga a estacionarse en un solo tema, cosa que es adversa para un político cuya agenda es como un abanico en el que cabe todo. En segundo lugar, el tema es de una alta especialización, lo que también escapa a las habilidades del presidente, haciendo que el foco de atención se concentra en otra persona, como es el doctor López Gatel.

En tercer término, las famosas "mañaneras" que han sido el espacio diario que sirve para imponer los temas en el debate público, pero también para mantener delimitado el campo de los amigos y los enemigos, sufre un decaimiento para convertirse, más bien, en una especie de tertulia política a falta de temas más relevantes.

La pandemia, en cuarto término, muestra a un presidente contradictorio con respecto a las medidas sanitarias a seguir por los gobiernos y por la población para afrontar la contingencia, chocando constantemente con las directrices que los especialistas epidemiólogos intentar diseñar a vuelo de pájaro.

El presidente, como todos hemos sido testigos, intenta romper el cerco del confinamiento y llama a salir, o nos habla de que la pandemia ya ha sido "domada" cuando los contagios no han alcanzado su máximo pico, mientras los encargados de la salud nos piden continuar con nuestro encierro.

Todos estos son aspectos que desgastan o disminuyen la imagen del presidente y lo hacen ver como inconsistente o desesperado como producto del encierro. Pero no son los únicos o los más importantes. La presidencia empieza sufrir un desgaste político por cuestiones más sustanciales como son el poco o nulo avance en el combate a la corrupción, que fue una bandera política que le redituó muchos votos a López Obrador.

El combate a la corrupción ocupa un espacio muy importante en la retórica política de AMLO, pero en su gobierno hay muchas acciones y decisiones que no se caracterizan por su transparencia, al tiempo que se sigue privilegiando, como antes en los gobiernos neoliberales, la lealtad y el amiguismo por encima de las capacidades de los funcionarios.

En el tema de la violencia y la inseguridad es obvio a estas alturas que el gobierno de López Obrador lo único que está intentando es establecer un nuevo estatus en la dinámica de enfrentamiento del pasado, pero no resolviendo el problema. La Guardia Nacional significa muy poco en este contexto.

La austeridad en el gobierno es otro tema que le está erosionando la imagen del presidente, porque no esta concebida como un mecanismo para optimizar y buscar mejores equilibrios en el gasto de gobierno, sino como un simple tajo o un machetazo a algunas instituciones que no le agradan al presidente.



Versión extendida del presente artículo disponible en www.elimparcial.com/mexicali

*El autor es analista político

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