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Denuncia penal

Ninguna persona está exenta de problemas en la vida. Sea por cuestiones domésticas o circunstanciales, algo surge que nos obliga a ser cautelosos, aminorar el paso y tomar las cosas con calma.

Por el derecho a la libertad de expresión

Ninguna persona está exenta de problemas en la vida. Sea por cuestiones domésticas o circunstanciales, algo surge que nos obliga a ser cautelosos, aminorar el paso y tomar las cosas con calma. Adoptar actitudes y lenguaje proactivo implica, ante todo, la disposición de llegar a acuerdos o de valorar propuestas de arreglos o enmiendas, que modifiquen las tensiones creadas por conflictos. No obstante, no siempre existen las condiciones necesarias para la negociación o el acuerdo conciliatorio. A veces las posiciones son reactivas y las posibles salidas pacificas no existen. Este sería el caso de la violencia producida por los desacuerdos, la lucha por los mercados y las zonas de abastecimiento y distribución de las drogas ilegales. En este caso específico, al no existir un mando único, definido y aceptado, los múltiples mandos menores hacen y deshacen en sus zonas de influencia, y definen quien puede y no puede seguir viviendo. Este es un caso indudable de lenguaje reactivo y las actitudes son, obligadamente, reactivas. O sea, no hay razonamientos que valga, son las balas la única solución y los triunfos son parciales y momentáneos.

Nuestro país está inmerso en una ola de violencia que parece no tener fin. No existe un solo espacio en el cual no haya habido un hecho violento. Los asesinatos estilo ejecuciones son el pan de cada día. Los escenarios parecen extraídos de películas con un exceso de violencia, que para estos tiempos se han quedado rezagados por la originalidad y capacidad inventiva de torturar y asesinar, que han adquirido los sicarios mexicanos. Asesinados, colgados, descuartizados, quemados, dos, etcétera son métodos de extinción tan comunes que ya no nos sorprenden. No obstante, siguen los hogares siendo el principal escenario de la violencia social. Aunque no son las únicas, las mujeres son las principales agredidas en el país, y como suele suceder, se acepta sin discusión que son los hogares con miembros menos educados, con extrema pobreza, con un número significativo de hijos, y con otro tipo de carencias en los cuales la violencia intrafamiliar se exacerba. Pero esto no es completamente cierto.

El alcalde morenista tecatense, recientemente electo y en espera de asumir el poder, Darío Benítez, acaba de ser denunciado penalmente por su esposa de la cual está en trámites de divorcio. En su denuncia ante los medios aseguró en días pasados, que en cierta y cercana madrugada, fue golpeada e insultada por su aún esposo, recibiendo además amenazas contra su persona, sus familiares y amistades. Siendo una denuncia formal, lo que procede es que se realicen las indagatorias obligadas y se determine la veracidad que pudieran tener. No siendo un asunto extraordinario si es motivo de preocupación porque, una vez asumido el poder municipal, se adquieren otro tipo de recursos con los cuales se podrían cometer abusos.

Es decepcionante saber que existe la posibilidad de que el joven alcalde electo tenga este tipo de actitudes abusivas. Imagínenselo en una situación difícil en la cual, en lugar de ser asertivo y proactivo, se convierta en un vulgar represor y defienda su posicionamiento con los golpes. Si a la madre de su hija la golpeó, qué podemos esperar el resto de los mortales. Como dicen los creyentes: Dios nos agarre persignados. Vale.

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