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De mal en  Peor

Si algún reconocimiento debiera hacerse, en memoria del ex presidente José López Portillo, sería el aceptar con franqueza que los medios de comunicación en México nacieron y crecieron  para servir a los que usurpan el poder político y económico.

Si algún reconocimiento debiera hacerse, en memoria del ex presidente José López Portillo, sería el aceptar con franqueza que los medios de comunicación en México nacieron y crecieron para servir a los que usurpan el poder político y económico. El adeudo a Jolopo viene de cuando su antecesor, Luis Echeverría, apretó hasta estrangular al periódico Excélsior (dirigido por Julio Scherer) a causa de la línea crítica que dicho cotidiano esbozaba al presidencialismo priista omnipotente, siniestro y represor que habituado a consentir una prensa a modo impunemente acalló a un islote independiente que con fatiga asomaba entre un océano de sargazo, de tupido guano.

- “No pago para que me peguen” -respondió López Portillo a la pregunta de porque’ privo de publicidad a la revista Proceso admitiendo, con descarada réplica, que los medios de información son instrumentos vasallos del Estado y su gobierno quienes para existir deben someterse, caso contrario, enfrentarían toda tipo de acoso hasta su exterminio pues el hecho de pagar exige incondicionalidad y no medias tintas ni restringidas lealtades mostrando, sin tapujos, el cómo fue esculpido el corruptor que regula, compra, premia o castiga a la medios verbales y escritos que cortesanos bendicen el estado de cosas dominante mientras, en otro extremo, condenan cualquier reproche orientado hacia el arrogante que “paga para impedir le peguen”.

Precisamente lo no fortuito del soborno aplicado sobre el periodismo sostiene, sin la menor duda, la creencia de que dichos divulgadores concentran un indisputable poder que, a la par de influir entre las masas, intervienen políticamente, imponen pautas culturales y respaldan el consumismo desmedido apropiándose de millones de pesos como tributo al enajenamiento social al degenerar y desvalorizar, incluso, a la ya de por si empobrecida escuela.

Así las cosas; la presidencia de López Obrador destapó el caño que la denuncia tenaz (movimientos populares, organismos independientes, comunicólogos dignos y publicaciones fustigadas) de años antes habían para de muchas formas exhibir el estanque donde, cínicamente, chapotean editorialistas, reporteros, analistas y patrocinadores acusados de inducir a “caer en el pecado”: coladera interminable por donde fluye el enganchador de plumas vendidas, palabreros de ocasión o gargantas enmudecidas ejemplificadoras de la mayúscula inmoralidad del sistema. Fumigar, o tratar de higienizar en parte al Chayote-chayoteros se antoja tarea inalcanzable, aun se sumen al intento las redes sociales o el reciente proceder mediante el cual, determinados y relevantes medios, purgaron a repelentes luminarias renovándolos con la voz u opinión escrita prestigiada, emancipada y de fortaleza ética (Carmen Aristegui, Julio Hernández, Álvaro delgado, Badillo, entre otros ) lo que de ninguna manera expresa un contundente paso de cantidad a calidad cuando, los fundamentalista o fanáticos de AMLO, en los hechos asumen sin ton ni son el servilismo tricolor (llamado Primor) mismo que de manera invariable defienden y vanaglorian el silencio, los dichos, aciertos y pifias del Presidente de la Republica: deleznable calca de Televisa

¿Algún prototipo? Escuchen, miren o lean en la radio, prensa y televisión secuaz de Tijuana la interminable sopa…







* El autor es diplomado en Periodismo por la UABC.