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Ana Lagos Graciano y las tormentas del espíritu

Durante las primeras décadas del siglo XX, la mujer poco tuvo que ver con la creación literaria que en Baja California se producía, aunque no dejara de ser el tema obligado (la musa inspiradora) de los poetas bohemios de aquellas épocas.

Durante las primeras décadas del siglo XX, la mujer poco tuvo que ver con la creación literaria que en Baja California se producía, aunque no dejara de ser el tema obligado (la musa inspiradora) de los poetas bohemios de aquellas épocas. Cuando la mujer llegaba a publicar lo que escribía, su trabajo se limitaba al campo del periodismo, donde se le permitía pergeñar artículos que ofrecían consejos a otras mujeres (desde cómo cuidar al recién nacido hasta cómo maquillarse y estar a la moda), o la reseña de fiestas y reuniones. En ambos casos, el lugar de la escritura femenina era la sección de sociales. Con el paso del tiempo y a partir del fin de la Segunda Guerra Mundial, una buena parte de la prosperidad económica del vecino país del norte se vio reflejada en la sociedad fronteriza mexicana. Ya es posible entonces, cambios sociales de por medio, vislumbrar la aparición de los primeros libros de cuentos o poemarios hechos por escritoras bajacalifornianas. Ana Lagos Graciano, Oiga Vicenta Díaz Castro o Aída Castro de Hernández son algunas de las poetas o narradoras que dan a conocer sus trabajos en la década de los años sesenta. Estas escritoras todavía se encuentran ancladas en los convencionalismos de la época, ya sean éstos literarios (el naturalismo y el modernismo como únicos puntos de referencia) y sociales (el culto a la familia y la deificación del amor materno como temas inextricablemente femeninos).

Como se puede ver en la obra de Ana Lagos Graciano (nacida en Ensenada el 4 de noviembre de 1937 y fallecida en California en 2015), estamos ante una poeta que canta desde lo personal, desde la penuria afectiva, que manifiesta un diálogo consigo misma y con su entorno de una manera menos perentoria, menos autosuficiente. Como ensenadense, como poeta veinteañera, Lagos Graciano comparte, a pesar de su juventud, los mismos ideales de sus compañeros poetas de la generación de la Californidad, pero en clave por demás existencialista, plena de angustias y ansiedades por lidiar. Fogueada en la sección cultural del diario regional El Mexicano y bajo la guía de Rubén Vizcaíno Valencia, nuestra poeta publicó en 1962, a sus 25 años de vida, Cantos de luz y sombra, su único poemario publicado en vida. Valdemar Jiménes Solís aseguraba que pocos son los datos de su vida que se conocían y estos pocos se resumían en que residió en la “ciudad de Ensenada, ciudad en la que su inspirada musa le dictó lo mejor de su producción, antes de marcharse al país vecino”, donde se casó con un estadounidense y pasó el resto de su existencia. Murió en 2015, en Aliso Viejo, California. Algo más sabemos de su tiempo de poeta: fue musa que inspiró retratos de pintores de la talla de Benjamín Serrano y Ernesto Muñoz Acosta. Este último, por cierto, fue el autor de las ilustraciones que lleva su único poemario. Según el historiador Rafael González, a su muerte Ana Lagos dejó muchos poemas inéditos.

Es notorio, en la poesía de Ana Lagos Graciano, la influencia de la poesía femenina de principios del siglo XX, la influencia de María Enriqueta, Alfonsina Storni y Gabriel Mistral. En sus versos hay el recuento de la desolación amorosa, de las pérdidas de personas queridas, del anhelo de trascender su condición de género en un mundo donde las mujeres empezaban a reclamar su lugar en el banquete de la cultura, a alzar la voz para decir lo que pensaban. Su erotismo todavía es un erotismo velado por las convenciones sociales de su época, pero de vez en cuando asoma vivo y punzante.

La aportación de Lagos Graciano a la literatura bajacaliforniana es no seguir la moda del día y, por lo mismo, no cantarle a la Californidad como un deber cívico, como una lección magisterial. La suya es una poesía íntima, sin aspavientos, de dolores y fatigas, de quejas y murmullos. Retrato hablado de las tormentas de su espíritu. Paisaje en sombras donde la luz parece estar siempre alejándose, desapareciendo de nuestra vista. Poeta que apuesta por lo humano desde la posición de una mujer que pone en verso su itinerario existencial, su sed de amor, sus querencias más hondas y más sinceras. En esta textualidad confesional vemos una poesía que seguirá surgiendo en nuestro medio en las décadas posteriores, con autoras como Adriana Sing o Elizabeth Cazessús. Poesía del amor en su acezante incandescencia. Poesía del deseo que nunca se apaga.

*- El autor es escritor, miembro de la Academia Mexicana de la Lengua.

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