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Alejandrina Peralta Sánchez

La vida ha puesto en mi camino personas a las que quiero y admiro, Eduardo Francisco Carrillo Rivera es una de ellas, él me ha pedido que estas líneas hoy no sean las mías sino las que ha escrito debido a la reciente partida de su abuela quien también fue su figura materna; hago votos porque su recuerdo acaricie su corazón por siempre.

Somos lo que Hacemos

La vida ha puesto en mi camino personas a las que quiero y admiro, Eduardo Francisco Carrillo Rivera es una de ellas, él me ha pedido que estas líneas hoy no sean las mías sino las que ha escrito debido a la reciente partida de su abuela quien también fue su figura materna; hago votos porque su recuerdo acaricie su corazón por siempre.

“Alejandrina Peralta fue una hija de Sonora, nació en Hermosillo allá por 1935, a los 15 años de edad emigró a Mexicali para después conocer y casarse con quien a la postre sería mi abuelo, ella no sólo fue mi abuela sino también la de siete personas más, la vida le concedió la dicha de ser adicionalmente la bisabuela de nueve y gracias a Dios, la vida, el destino, o como usted quiera llamarle, conoció y disfrutó de todos nosotros.

Mi abuela, sonorense al fin, tuvo una sazón única, ¿Cómo no iba a tenerla? Si desde que tuvo 8 años cuidaba la olla de frijoles que sus hermanos iban a degustar al regreso del trabajo. En innumerables ocasiones mi hermano, mis primos y yo tuvimos la dicha de ayudarle a hacer tortillas de harina, claro que lo nuestro era sólo darles la vuelta y comernos algunas; o ayudarle en la elaboración de galletas cada diciembre y mayo pues ese era el regalo que ella hacía a sus hijas, sobrinas, vecinas y amigas por motivo de la navidad y del día de las madres; debo confesar que casi siempre mi hermano y yo asaltábamos el escondite donde según ella las guardaba para que no las comiéramos antes de poder regalarlas. Al pasar los años mi participación se turnó más como degustador; por lo que era común recibir su invitación, a Lidia, mi esposa y a mí, para comernos ya fuera un plato de gallina pinta, carne con chile colorado, sus chiles rellenos de atún; nunca faltó su invitación para pasar a comer, ya fuera en su casa o por un túper y degustarlo en la nuestra.

Ella no sólo cuidó y formó a sus hijos, sino que ante la pronta partida de mi madre también lo hizo con mi hermano y conmigo; cuidó a varios de sus nietos mientras sus hijas trabajaban, incluso, cuando la primera bisnieta hizo acto de presencia llegó a afirmar que de no ser por su dolor de piernas también la hubiera cuidado, para que su cuidado no estuviese a cargo de alguien más en la guardería, así de amorosa era Doña Alejandrina siempre dispuesta a dar todo por sus seres queridos.

Hoy la tristeza me embarga pues mi abuela ha dejado este plano de existencia para unirse a mi madre y mi abuelo en el más allá. Me consuela saber que ya no sufrirá mas las secuelas que le ocasionó el cuarto evento cerebro vascular de su vida.

Le doy gracias a la vida por haber sido nieto de Doña Alejandrina; es a ella a quien le debo en gran medida el hombre que ahora soy”

Hago votos porque las palabras de Eduardo sean suyas, porque se conviertan en el pretexto ideal para recordar a nuestros seres queridos que nos permitieron ser lo que hoy somos; todos tenemos a alguien a quien su recuerdo acaricia nuestro corazón, cierto estoy que el de Doña Alejandrina hará lo propio con Eduardo y su familia.

*El autor es empresario, ex dirigente de la Coparmex Mexicali.

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