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El Imparcial / Estilos / Matrimonio

"Perder el futuro" con un matrimonio infantil forzado

De los 1.100 millones de niñas que habitan hoy el planeta, más de un 20 % (220 millones) se casará antes de cumplir la mayoría de edad, según datos de las ONG.

Madrid.- "Perdí mi futuro porque quería seguir con mi educación y no tenía planes de casarme". Así resume Kadiatu Massaquoi, de 17 años, el vuelco que dio su vida al contraer matrimonio forzado con un hombre mayor cuando ella tenía 14 años, una situación que viven más de doce millones de niñas cada año en el mundo.

Massaquoi, nacida en Sierra Leona, está en España, junto a la activista paquistaní Hadika Basghir, para participar en la campaña "¡No quiero! Contra el matrimonio infantil, temprano y forzado".

La iniciativa está promovida por Amnistía Internacional, Entreculturas y Save the Children, entre otras ONG, con motivo de la conmemoración mañana del Día Internacional de la Niña.

"Las numerosas dificultades" por las que ha pasado Massaquoi la han llevado a luchar contra los matrimonios de niñas y los embarazos precoces, según explica a Efe.

Con dos hijos de tres y un año y con el apoyo de su marido, que "está muy feliz con su labor", esta joven viaja por Sierra Leona para compartir "su historia" con otras menores, a las que explica que "está bien casarse y tener hijos, pero a una edad posterior".

Asegura que el relato de su experiencia va calando - "Las niñas conocen mi vida y saben que lo que les cuento es cierto" - y recomienda a todas las menores que sean obligadas a casarse que "acudan a la policía para hacer valer sus derechos".

Una recomendación que comparte la activista paquistaní Bashir, también de 17 años, que insta a las niñas casadas a alzar la voz y denunciar los malos tratos que sufren en los matrimonios forzados.

De los 1.100 millones de niñas que habitan hoy el planeta, más de un 20 % (220 millones) se casará antes de cumplir la mayoría de edad, según datos de las ONG.

Y sucederá también en países como el Reino Unido o Estados Unidos, aseguran estas organizaciones, aunque la mayor prevalencia de matrimonios de niñas con adultos se da en el África subsahariana, donde cuatro de cada diez mujeres se casaron antes de los 18 años.

Además, la asociación World Vision cifra en más de 120 millones (una de cada diez en el mundo) las niñas que sufrirán violación o abuso sexual antes de cumplir los 20 años.

Con once años, Hadiqa Bashir inició la lucha contra los matrimonios forzosos en Pakistán en un movimiento llamado "Girls United for Human Rights", después de que su familia intentase casarla a los once años y de vivir "el aislamiento y malos tratos" sufridos por una de sus mejores amigas en un matrimonio temprano a los siete años.

"Cuando nos contó que se iba a casar, todas las amigas estábamos muy contentas porque nos íbamos a vestir de boda", explica Bashir, quien rememora: "Éramos demasiado jóvenes para pensar en las consecuencias de ese matrimonio".

Aunque dieron por hecho que, tras la boda, su compañera volvería al colegio, nunca lo hizo y tampoco siguieron jugando con ella porque "tenía que dedicarse las labores del hogar".

Para verla, le organizaron una fiesta en la que les confesó llorando que su marido le había pegado con una vara de hierro, lo que dejó a Bashir conmocionada.

En el caso de Bashir, cuando su familia aceptó "una propuesta de casamiento muy buena de un taxista mayor", ella comenzó su activismo y cambió su vida, después de conseguir parar ese matrimonio con la ayuda de un tío que amenazó a su padre con llevarlo a los tribunales.

Según su ONG, con datos de 2018, un 68 % de las niñas se casan antes de los 16 años en Pakistán, un país en el que un 72 % de la población no es consciente de "qué significa un matrimonio con una niña ni de sus derechos básicos", asegura la joven.

"Pakistán guarda silencio y ni siquiera informa sobre matrimonios infantiles, que a menudo conducen a una alta mortalidad por embarazos prematuros, ya que se considera algo normal", asegura Bashir.

Recuerda el rechazo que generó el comienzo de su lucha, "incluso de mujeres", porque no entendían que luchara contra "una tradición de muchos años".

En "un día no podemos cambiar esa mentalidad", admite, pero se muestra satisfecha porque "se está gestando un cambio", que espera que "triunfe" en las próximas generaciones con la ayuda, confía, de los líderes religiosos de las comunidades.

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