Regreso al aula

Regresar al aula supone riesgos; no regresar también. Es un dilema para los padres de los menores, pero también para los alumnos, profesores y administrativos escolares.

Ir a la escuela en tiempos de pandemia es exponerse al contagio; quedarse en casa supone riesgo de estancamiento educativo y de sufrir daños colaterales sicosociales.

¿Qué han propuesto los expertos? Primero -y sin excepción- los recursos de protección personal y colectiva ya sabidos: Uso incondicional del cubrebocas a partir de los dos años de edad y para lograrlo es indispensable persuadir al menor desde el hogar y desde semanas antes del regreso a la escuela. Una campaña del “cubrebocas escolar” será muy conveniente, y no será mala idea que los establecimientos cuenten con cubrebocas para garantizar que ni un solo alumno pierda clases por no llevarlo.

Los alumnos dentro del aula deberán guardar una separación entre sí de por lo menos un metro, y mejor de metro y medio, medida ya validada en el medio escolar.

La ventilación natural es incuestionable de manera que mantener ventanas y puertas abiertas será nueva normalidad y habrá que definir la modalidad técnica más apropiada en casos de ventilación artificial (calefacción o refrigeración), tema del que las normas oficiales deberían estar ya ocupándose para no tener sorpresas de última hora

Los apoyos oficiales son indispensables; por ejemplo, en los Estados Unidos se han destinado 122 mil millones de dólares para el apoyo de medidas para prevenir contagios. Aquí tenemos que hacer algo al respecto en la posible proporción.

La vigilancia de la aparición de nuevos casos de Covid 19 en cada establecimiento debe ser de manera continua; a este respecto vale la pena enterarse que en Israel, tras el relajamiento de las medidas de protección en una escuela -sobre todo del uso de cubrebocas y de la debida distancia- ésta tuvo que ser cerrada porque dos estudiantes acudieron con síntomas de “catarro” y terminaron contagiando de Covid-19 a 153 alumnos y 25 miembros del personal.

Los padres se preguntan si la variante Delta es realmente más leve en los niños y adolescentes que en los adultos, pero por lo visto aún no está claro si esta variante -que aumenta rápidamente en México- tiene un idéntico comportamiento en los menores que en los adultos, pero baste recordar que en los menores la enfermedad ha sido siempre más leve y con frecuencia de síntomas mínimos. No obstante, sabemos de más casos nuevos de Covid-19 en niños en Brasil y que allí han fallecido ya más de dos mil niños menores de 10 años por la enfermedad. En los Estados Unidos se han registrado 3.5 millones de niños con Covid-19 de los cuales 519 fallecieron, lo que representa un deceso en casi cada 7 mil niños enfermos, letalidad realmente muy baja comparada con adultos. Por supuesto que toda muerte infantil es más dolorosa, pero consideremos que de influenza en ese País fallecieron 480 niños en el ciclo escolar 2018-2019.

Es necesario considerar a los niños de manera integral y no sólo en temas de salud. La educación es también fundamental para toda persona; a este punto baste enterarnos que tras un ciclo escolar sin asistir al aula el atraso en matemáticas y en lectura ha sido ya ostensible.

Además de las medidas preventivas mencionadas debemos considerar otras dos que aún no hemos asimilado bien en nuestro País: La práctica regular de pruebas diagnósticas –ahora en escolares e incluyendo al personal docente y administrativo- y la vacunación a edades más tempranas.

Covid-19 en niños también se complica con el síndrome inflamatorio severo que, para ilustrarnos, ha ocurrido en más de 4 mil menores en los Estados Unidos -más común en niños de color e hispanos- cobrando la vida a 37 de ellos.

Cubrebocas, distanciamiento, ventilación, pruebas diagnósticas y vacunación, integran la mejor prevención para el retorno completo al aula.

El Comité de Moléculas de Cofepris ya recomendó la aprobación para la vacunación (Pfizer) a partir de los 12 años de edad; seguramente vendrán aprobaciones para edades más tempranas.

Médico cardiólogo por la UNAM. Maestría en Bioética.