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Patrimonio sin dueño

En México, (...) tenemos una visión colonial del arte y la historia

El pasado 16 de octubre fui al Art Institute de Chicago, que tiene una de las mejores colecciones de impresionistas en el mundo. Estudié el monumental “Domingo por la tarde en la isla de La Grande Jatte” de Georges Seurat, “El dormitorio” de Vincent van Gogh y, por supuesto, los “Nenúfares” de Claude Monet. Nadie se extrañó de que se exhibieran obras de artistas franceses o neerlandeses. Ni el Gobierno de Francia ni el de Países Bajos han pedido su “devolución”.

En México, sin embargo, tenemos una visión colonial del arte y la historia. Eso explica la campaña del Gobierno para acabar con el mercado internacional de piezas artísticas y arqueológicas de origen mexicano. Es una campaña autodestructiva. Sólo provoca un descenso en el valor del arte mexicano, un mayor deterioro de las obras almacenadas en condiciones precarias y un menor interés en el mundo sobre el arte y la historia de México.

La propia esposa del Presidente, la historiadora Beatriz Gutiérrez Müller, descalificó en un tweet el “tráfico” y venta de objetos y arte nativa en Europa, donde se llevan a cabo subastas de estos objetos “de forma inmoral. El patrimonio cultural de nuestros pueblos es de nuestros pueblos”.

La Ley Federal sobre Monumentos y Zonas Arqueológicos, Artísticos e Históricos, base de las restricciones al mercado, fue promulgada por Luis Echeverría en 1972. Si bien se hizo pensando originalmente en “monumentos”, como su nombre lo indica, establece que “son monumentos arqueológicos, artísticos, históricos y zonas de monumentos los expresamente declarados en esta ley y los que sean declarados como tales de oficio o a petición de parte”, o sea, todo lo que se le antoje a la autoridad. “Podrán ser declaradas monumentos -según el artículo 33- las obras de artistas mexicanos, cualquiera que sea el lugar donde sean producidas. Cuando se trate de artistas extranjeros, sólo podrán ser declaradas monumentos las producidas en territorio nacional”. La compraventa o posesión “ilegal” de estos “monumentos” está sancionada con cárcel y multas.

No todo el mundo presta atención a esta ley. En Francia, por ejemplo, se han seguido realizando subastas de piezas mexicanas. La amenaza, sin embargo, ha generado un mercado negro; muchos prefieren ya realizar transacciones fuera de mercado abierto. Las restricciones, por otra parte, se aplican de forma discrecional y arbitraria. La misma pieza que la autoridad considera única e invaluable en un momento, puede ser declarada sin valor histórico o artístico en otra ocasión. La burocracia, eso sí, se ha vuelto pesada e imprevisible.

Lo peor es que ni el INAH ni las otras instituciones culturales mexicanas, que han sufrido fuertes recortes presupuestarios, tienen la capacidad de hacerse cargo de todas las piezas que el Gobierno reclama. México es un País con tal riqueza cultural que los museos ya no tienen espacio de exhibición. Las obras “rescatadas” terminan en cajas de huevo en bodegones sin un acondicionamiento ambiental adecuado para su preservación.

La mejor forma de preservar el patrimonio cultural es darle valor. Las obras del Art Institute de Chicago empezaron en colecciones privadas que fueron después donadas al museo. Permitir un mercado libre de piezas artísticas e históricas promoverá una mejor preservación del patrimonio cultural mexicano. Pero nuestro Gobierno quiere ser dueño de todo, aunque esto deteriore las obras y promueva un mercado negro.

EN 2022

Ante el regaño de AMLO, el InsabiI y la Unops han emitido un comunicado en el que “garantizan abasto de medicamentos y material de curación al primer semestre de 2022”.

No sé si lo cumplirán, pero queda claro que el Gobierno destruyó un sistema de compra y distribución que sí funcionaba y lo reemplazó por otro más caro, falto de transparencia y sobre todo ineficiente.

Sergio Sarmiento es periodista y analista político/ comentarista de televisión.

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