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Mirador

    El alpinista resbaló y se precipitó al abismo.

MIRADOR

Por Armando FUENTES AGUIRRE

El alpinista resbaló y se precipitó al abismo.

Alcanzó a asirse de las ramas de un arbusto, y eso detuvo su caída. Pero no iba a poder sostenerse ahí por mucho tiempo, y además parecía que el arbusto se iba a desprender.

Angustiado clamó el hombre:

-¿Hay alguien allá arriba?

Se oyó una majestuosa voz venida de lo alto:

-Sí, hijo mío. Estoy Yo, tu Padre y creador. Ten fe en mí. Suelta esas ramas. Yo te tomaré en mis brazos y te depositaré en el fondo sano y salvo.

Tras una pausa se oyó otra vez la voz del alpinista:

-¿Hay alguien allá arriba?

Le pregunto yo al viejo que en el rancho del Potrero tiene el cargo de esperencia:

-¿Es cierto, don Abundio, que rezando un Credo haces que se detenga un perro bravo que te va a atacar?

-Es absolutamente cierto -me contesta-. Pero eso da mejor resultado si el perro ve que tienes una piedra en cada mano.

¡Hasta mañana!

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