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Mejor muerto que ciego

La expresión viene de un vidente normal que decía preferir la muerte a la ceguera.

“Mejor muerto que ciego”, título grosero para esta columna. La expresión viene de un vidente normal que decía preferir la muerte a la ceguera.

Se trata de uno de los poetas norteamericanos más leídos en la actualidad: Edward Hirsch (imagen adjunta), nacido hace 73 años en el seno de una familia judía askenazí y autor de una de las más leídas antologías de poemas contemporáneos de autores célebres publicada hace dos años con el título de “100 poemas para romper tu corazón”.

Hirsch fue invitado por The Times para publicar una columna la cual apareció el pasado día 9 de abril bajo un encabezado que traducido del inglés podría ser “Me estoy quedando ciego y me siento animado por ello”. El poeta sentía de tiempo atrás temor por la ceguera pues su madre y su hermana desarrollaron un padecimiento hereditario conocido como retinitis pigmentosa en el que se pierde inicialmente la visión nocturna y la visión lateral hasta que se llega a un nivel de deterioro que técnica y legalmente es ceguera.

Un poeta que pasa sus años leyendo y releyendo y escribiendo tras inspirarse en lo que le llega por los sentidos, quizá de manera más notable por la vista, habrá de sentirse aterrorizado cuando comienza a tener deterioro visual progresivo como el que fue instalándose en Edward y que él primero consideró como una reducción visual común apostando a que con ajuste de lentes se iría compensando sin mayor problema.

Como suele suceder con tantos padecimientos de toda índole, un buen (o mal) día que el poeta estaba en una sala de cine se levantó para ir al baño y al regresar quedó sorprendido que no veía absolutamente nada sino solamente la pantalla y suponiendo que el mal momento pasaría pues resultó que no, que continuó igual y de plano se apoyó en la pared trasera de la sala hasta que la persona que le acompañaba se levantó a encontrarlo.

A partir de allí las cosas no fueron igual para el escritor. Entonces comenzó a sufrir limitaciones y pequeños accidentes: Comenta que una vez tropezó en la banqueta con un niño al que no pudo ver, que otra vez cuando se disponía a cruzar la calle una persona se acercó para decirle que estaba justo enfrente de un hidrante para bomberos; en otra ocasión mientras deambulaba al atardecer chocó con una mujer que reaccionó con comentarios y reclamos de queja y enojo por parte de la dama y de las amigas que la acompañaban pues no le creyeron que era un débil visual; caminar por las noches o al atardecer comenzó a ser un problema mayor.

Poco a poco fue haciéndose de trucos para mantenerse funcional, como por ejemplo traer siempre consigo una pequeña pero potente linterna, también conseguir un buen bastón y hasta una báscula con voz que le dice qué peso tiene cada vez que la usa. En su teléfono celular añadió una aplicación de inteligencia artificial que le lee textos y le detalla con voz las escenas que están enfrente.

Una experta en débiles visuales le gestionó un bastón especial de tecnología avanzada, pues detecta hasta grietas e irregularidades en las banquetas o calles, y le ha proporcionado mayor confianza, funcionalidad y seguridad. Sin pensarlo mucho, cuando ya se vio limitado por su mal visual fue manifestando su discapacidad a quienes había de hacerlo. El Edward Hirsch que alguna vez prefirió la muerte a la ceguera hoy expresa que su decisión de adaptarse le ha resultado no sólo bien, sino gratificante; que cada día aprende mucho, sobre todo los tantos detalles “nuevos” de la vida diaria que antes pasaba totalmente por alto y, especialmente, que más que rechazo o sensación de ser un estorbo, disfruta descubrir que hay tantas personas -conocidas y desconocidas-comprensivas, empáticas y dispuestas a ayudar que le hacen la vida más blanda a los vulnerables como él. Y que la tecnología puede tener destinos excelentes.

Con buen humor, en una ocasión se rió de su propia condición cuando dijo a un controlador de taxis que le ayudó a subirse al auto: “Espero no volver a verte”, provocando risas al controlador. No esconde decir que hoy prefiere mil veces más vivir que morir aún a pesar de su ceguera. Ha descubierto otro mundo; uno mejor.

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