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Mamut mexicano

Una administración incompetente producirá una realidad contraproducente. Menos vuelos en el AICM, más costos para moverlos a Santa Lucía. Menos opciones, más tiempo utilizado para poderlas tomar.

O cooperas, o te corto el cuello. O juegas conforme a mis reglas, o te arruino. O haces lo que yo te ordene, o tu sufrimiento será aun mayor. Ese es el mensaje que la administración de López Obrador manda todos los días y es amenazante. No busca crear incentivos para la colaboración; lo suyo siempre acaba siendo una estrategia de intimidación. No gobierna convenciendo, gobierna amedrentando. Y el ejemplo más reciente es lo que anuncia sobre el aeropuerto Felipe Ángeles. Esa obra de infraestructura tan moderna, tan eficiente, tan a la altura de los estándares internacionales, que se obligará a las aerolíneas a usarla aunque no quieran. Aunque aumente costos, produzca peligros, coarte la competencia y dañe a los consumidores, obsesión presidencial mata planeación racional. El 21 de marzo de 2022 no se inaugurará ni siquiera un elefante blanco. Se exhibirá una nueva estirpe de obra pública disfuncional y defectuosa: El mamut mexicano.

Una especie extinta, que sólo vemos recreada en salones lúgubres de museos de historia natural. Una especie del Plioceno de cuya existencia nos enteramos por el montaje museográfico, iluminado y escenificado para quien lo quiera ver. Tal y como será Santa Lucía en el magno momento de su develación, frente a las cámaras de televisión, con el Presidente parado al lado de las Fuerzas Armadas, los verdaderos beneficiarios de su construcción. Tal y como la emperatriz Catalina de Rusia, el presidente López Obrador recorrerá y aplaudirá un paraje Potemkin, armado para complacer, no para funcionar. Basta con mirar la fotografía de Santa Lucía que publica el arquitecto Axel Belfort hace aproximadamente una semana, donde augura que el aeropuerto no será terminado a tiempo. Sólo están trabajando lo mínimo necesario para montar un "show" de presentación, y de uso limitado. Un uso político y escenográfico, pensado para complacer al Presidente, pero no para beneficiar a la población.

La fotografía evidencia lo que falta, lo que el pasajero no ve, lo que las aerolíneas internacionales saben y de ahí el anuncio de Air Canada sobre cómo no tiene contemplado volar a Santa Lucía. No se ha construido lo indispensable, no se ha demolido lo necesario. La atención del Ejército está centrada en la edificación de aquello que saldría en la foto, de aquello que daría la nota periodística, de aquello que el Presidente pondría como un triunfo: La terminal de pasajeros, la pista civil 2 y la torre de control. Aún falta el 90% de la lista que cualquier aeropuerto requiere para ser viable, operativo y seguro.

Una larga lista de lo ausente, de los problemas evidentes. Señalados e ignorados. Advertidos y subestimados. Todo lo que asesores de aeropuertos, expertos en aviación, aerolíneas nacionales e internacionales y asociaciones de pilotos han reiterado. El Mamut Mexicano de Felipe Ángeles es una obra atávica que generará complejidades innecesarias en cuanto a operación, no resolverá la saturación del sistema aeroportuario, no llevará a que la aviación recupere la Categoría 1 que perdió hace poco, y no podrá operar de manera simultánea al aeropuerto actual. Estas no son especulaciones que puedan contrastarse con "otros datos". Son los datos. Y el Gobierno ha empezado a cobrar conciencia de ello pero jamás lo admitirá.

Por eso intenta resolver el problema que ha generado, creando otros. Anuncia que recortará el número de vuelos del AICM, para que Santa Lucía pueda ser utilizado al mismo tiempo. Decreta que obligará a las aerolíneas a usarlo aunque eso entrañe aumentar sus costos y transferírselos al ciudadano, otra vez exprimido por el Gobierno. Informa que el tiempo de traslado de un aeropuerto a otro -en caso de una conexión- será de dos horas dada la distancia, lo cual desincentivará el turismo nacional e internacional, así como la transportación aérea en general. Una administración incompetente producirá una realidad contraproducente. Menos vuelos en el AICM, más costos para moverlos a Santa Lucía. Menos opciones, más tiempo utilizado para poderlas tomar. Menos seguridad, más inexperiencia. En pocas palabras, un caos caro, un peligro producido para 102.5 millones de pasajeros al año, un capricho cargado a los consumidores. Y los únicos ganadores: El Presidente y el Ejército al que ha enriquecido. Ambos montados a la macha sobre el lomo de un arcaico -pero muy fotogénico- mamut.

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