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Las solas categorías del análisis político ya no dan para entender al Presidente

Para entender las decisiones, la acción y el discurso del presidente Andrés Manuel López Obrador ya no bastan los conceptos propios del análisis político. Se quedan cortos

Para entender las decisiones, la acción y el discurso del presidente Andrés Manuel López Obrador ya no bastan los conceptos propios del análisis político. Se quedan cortos.

El análisis ya no sólo puede hacerse desde conceptos como democracia, Estado de Derecho, Constitución, leyes, división de poderes, pueblo, poder, correlación de fuerzas, Estado, Gobierno, órganos autónomos, ciudadanía y sociedad civil.

Desde hace meses, pero sobre todo en las cuatro últimas semanas, diversos analistas, incluso personas allegadas al Presidente, han empezado a utilizar conceptos propios de la sicología o siquiatría, para tratar de entender su actuación.

En el intento por comprender la manera de pensar, pero sobre todo de actuar y decir del Presidente, los analistas políticos han recurrido a conceptos como mareado o pirado, que son los más benévolos.

Y también otros más fuertes como desquiciado, desequilibrado, ególatra y narcisista. Todos hacen relación a problemas profundos de la personalidad. En mayor o menor grado se habla de una persona enferma.

En eventos académicos que no son públicos y en reuniones familiares y de amigos se usan con mucha frecuencia los términos loco o perdió la razón.

Para describirlo con frecuencia también se utilizan conceptos como intolerante, acomplejado, violento, iracundo, mentiroso y soberbio.

Para quienes hacemos análisis político y damos a conocer nuestra posición de manera pública es más que evidente, lo es para mí, que los conceptos de la ciencia política se quedan cortos, para entender al Presidente.

Son más apropiados y explican más los que vienen de la sicología y el sicoanálisis. Es su narcisismo quien lo lleva a rechazar e incluso a agredir verbalmente a todos las personas que no lo alaben.

Es su egolatría la que explica por qué se siente el centro del mundo y desde ahí decide y hace público, a la manera de un pequeño dios, quién es bueno o malo, honrado o deshonesto, pero también patriota o traidor.

En la medida que pasan los meses el Presidente toma decisiones y sostiene discursos que le hacen mal al País, pero también a él. Ahora a los conceptos anteriores hay que añadir el de masoquista, para poder entenderlo.

Es muy probable que los resultados electorales del 6 de junio no le favorezcan, a pesar de haberse metido a fondo en la campaña, que sus reacciones viscerales, las propias de su estructura sicológica, sean todavía mayores.

Rubén Aguilar Valenzuela

Twitter: @RubenAguilar

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