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La próxima víctima

La Universidad de Sonora desde su formación ha tenido cuatro leyes que le han permitido su existencia.

El afán de generaciones de sonorenses empezaba a tomar forma, el general Román Yocupicio -personaje singular que provenía de las profundidades de la cultura mayo y hablante de la lengua originaria-, le toca ejercer un corto periodo de Gobierno: De enero de 1937 a agosto de 1939. La abrupta salida de Ramón Ramos y la sustitución de este por el general Jesús Gutiérrez Cázares lo preceden, será un Gobernador de origen indígena forjador de relevantes instituciones.

La Universidad de Sonora nacerá en este mandato e impactará el futuro de la región, en su gestación intervendrían muchas personalidades, destacará la de José Vasconcelos. La gestión de Yocupicio no se detendría con el cambio de Gobierno, consolidaría lo logrado por Anselmo Macías Valenzuela, su sucesor.

Con el cambio de administración, las actitudes de Vasconcelos ya no serían del agrado del Gobernador y el diseño del proyecto universitario prescindiría de aquel personaje excepcional, pero difícil, esto no perjudicaría el propósito y en cierta circunstancia fue un alivio, ya que el carácter de don José no era terso.

La Universidad de Sonora desde su formación ha tenido cuatro leyes que le han permitido su existencia, la de 1938 promulgada en el periodo de Yocupicio; después la de 1953, que se renovará 20 años después con la de 1973. Esta tuvo una existencia sinuosa, ya que las condiciones de agotamiento político del régimen, la ocupación militar de la universidad en 1967 en Sonora, la huelga y posterior matanza en Tlatelolco en 1968 y los innumerables conflictos ideológicos galopantes profundizaban las disputas por los enclaves universitarios a lo largo del País.

Aquellos años de colisión política sumieron a los centros de educación en tiempos de oscuridad, atraso y represión. El fenómeno no fue exclusivo de México, por ejemplo: Paris, con las marchas estudiantiles en mayo de 1968 o los Estados Unidos en 1970, donde en una protesta contra la Guerra de Vietnam, en la Universidad de Kent en Ohio, murieron estudiantes de dicha universidad a manos de la Guardia Nacional.

En 1973, con la nueva ley orgánica, el enfrentamiento en Sonora se agudizó y sirvió de pretexto para aglutinar fuerzas y argumentos en contra del régimen y lo que este representaba. Largos años de huelgas y disputas llenaron de sombras la enseñanza y el desarrollo universitario sonorense.

Para los años noventa la situación empezaba a modificarse. La llegada de otra generación fue refrescando la visión que se tenía de la educación superior, muchos de aquellos universitarios partícipes de los movimientos de insurgencia eran ahora los funcionarios que representaban al régimen.

En Sonora, llegará la nueva ley el año de 1991, cabe hacer notar que en aquella década sí existía un reclamo social que exigía la modernización universitaria. El régimen que arribó al poder aquel inicio de década, anunció desde su campaña la intención de promulgar una nueva ley orgánica para sustituir a la de 1973. Nadie fue sorprendido ni tampoco defraudado, se planteó con anticipación y se ejecutó sin demora. Desde entonces a la ley vigente y se le conoce como Ley 4.

Hoy se atisban las intenciones de crear un nuevo ordenamiento que modifique las relaciones de una institución autónoma -que ha progresado notablemente-, para meterla en la dinámica de las corrientes políticas del oficialismo, involucrar a los estudiantes en las polaridades de alguna personalidad designada por el Congreso para elegirla como rector, violando flagrantemente un concepto: Autonomía, distrayéndola sensiblemente de su objetivo, la formación de profesionales.

Estamos en el umbral de otra destrucción y de regreso a los años que añora el régimen, los años setenta.

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