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Fiódor Dostoyesvki, el padre de la novela sicológica

El llamado padre de la novela sicológica y filosófica nació en Moscú en 1821 y falleció en San Petersburgo en 1881.

El llamado padre de la novela sicológica y filosófica nació en Moscú en 1821 y falleció en San Petersburgo en 1881. Fue un explorador del alma humana como nunca antes lo había hecho ningún autor. Se adentra en las raíces del bien, del mal, del sufrimiento, del dolor, de la crueldad humana dentro de unos abismos inimaginables.

Recuerdo que cuando leí la novela “Crimen y Castigo” (publicada originalmente en 1866) me causó un fuerte impacto porque el escritor introduce al lector en la mente del asesino y transmite todo lo que ocurre en su perturbada alma. En ella, su protagonista Rodión Raskólnikov asesina a una anciana prestamista, usurera, vil y egoísta.

En un principio, Raskólnikov considera que ha realizado un bien a la humanidad al exterminar una persona con esa despreciable conducta. Pero luego le invaden oleadas de arrepentimiento, de angustia y dudas; sicológicamente le afecta mucho al punto que le vienen fiebres altas, mareos, alucinaciones; queda perturbado y obsesionado por el homicidio cometido. Al final, decide entregarse -por su cuenta y libremente- a las autoridades y es condenado a la prisión en Siberia.

Sobre su obra, Friedrich Nietzsche y Sigmund Freud consideran que fue un sicólogo del cual habían aprendido mucho. El pensador José Ortega y Gasset considera que este autor ruso no sucumbió a las situaciones dramáticas que nos describe, sino que se instaló en lo más alto para brindarnos una visión panorámica sobre la misteriosa condición humana. Ejercieron gran influencia en Dostoyevski grandes literatos como Shakespeare, Pascal, Víctor Hugo, Hoffman y Friedrich Schiller.

Le afectó mucho el pronto fallecimiento de su madre y la crueldad de su padre tanto para con él y sus hermanos y como con los siervos que laboraban en el campo agrícola. Era un odiado terrateniente por inhumano, cruel e injusto. A este joven universitario lo envía, contra su voluntad, a estudiar Ingeniería. Facultad que pronto abandonaría para dedicarse de lleno a la Literatura. Por esos años le aparece una marcada enfermedad: La epilepsia, que se le incrementaría hasta el final de sus días. Pero su genio literario supo transformar la adversidad en una oportunidad ya que muchos de sus personajes literarios son epilépticos. Y el escritor confiesa que tenía una particular luminosidad mental después de esas duras crisis.

En 1849 se unió a un grupo intelectual llamado “Círculo Petrashevski” de corte liberal, socialista y contra las ideas monárquicas del zar Nicolás I. Pronto fue detenido, encarcelado y condenado a ser fusilado. Pero a última hora, el zar cambió de opinión y lo envió a Siberia.

Con motivo de sus experiencias en esas gélidas tierras y su convivencia con los prisioneros escribe “Humillados y ofendidos” (1861) y “Recuerdos de la Casa de los Muertos” (1861-1862).

Es interesante su testimonio de cómo descubre que entre delincuentes, asesinos y ladrones existen personas de buen corazón, que se arrepienten de sus malos actos y están dispuestos a corregirse.

Después viajó por las principales capitales europeas con una extraña ambición: Apostar en las casas de juego en forma compulsiva pensando que de un golpe de suerte se volvería muy rico y pagaría todas sus deudas. Como era de esperarse, esa oportunidad nunca llegó y se endeudó aún más. Pero esa tendencia la tuvo de forma reiterativa, por muchos años, hasta el punto de convertirse en un ludópata.

En 1864 publica “Memoria del subsuelo” sobre la larga enfermedad, penosa agonía y muerte de su esposa tuberculosa.

Es interesante observar cómo todas las obras del escritor captan al lector desde el primer instante, aunque esté describiendo la fealdad humana, lo vil y despreciable. Sus personajes son seres atormentados por tres sucesos autobiográficos: La falta de dinero para pagar a sus acreedores, el tremendo sufrimiento que padecía (epilepsia) y la soledad, ya que las esposas o amantes le rehuían porque era difícil soportar a un ludópata incurable.

Contra lo que se dice que este escritor era caótico y desordenado, hay que señalar que fue perfeccionista en sus textos, muy exigente consigo mismo; comenzaba sus textos y volvía a reiniciar sus novelas. Tuvo la fortuna de contratar a una taquígrafa, Ana, quien le ayudó no sólo a redactar sus novelas sino a poner, por fin, orden en sus cuentas. Gracias a ella, concluyó “El Jugador” (1866), “El Idiota” y “El Adolescente” (1867). Posteriormente se casó con la joven y valiosa Ana.

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