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Dos grandes oportunidades para México

En medio de esta incertidumbre sanitaria, que se resolverá en la medida en que se conozca más sobre Ómicron, la inflación mundial continúa

Ha causado mucha incertidumbre en la economía mundial la aparición de una nueva variante del SARS-CoV-2: Ómicron. Poco se sabe, todavía, de esta mutación del virus salvo que ha sido más contagioso en los países donde surgió en África. Se desconoce si las vacunas existentes y los tratamientos médicos funcionarán con Ómicron.

Por lo pronto, los mercados han reaccionado negativamente ante la posibilidad de un nuevo brote que obligue al endurecimiento de las medidas sanitarias incluyendo confinamientos más estrictos que pongan en peligro la recuperación económica.

Como ningún país, México no puede abstraerse de esta realidad. Los expertos están recomendando continuar con la vacunación, sobre todo los refuerzos para los adultos mayores.

En medio de esta incertidumbre sanitaria, que se resolverá en la medida en que se conozca más sobre Ómicron, la inflación mundial continúa.

La semana pasada, el presidente del banco central de Estados Unidos se vio más preocupado por este fenómeno, cambió de tono y dejó fuera su palabra preferida, “transitoria”, para describirla. Jerome Powell admitió que continúa la disrupción de las cadenas de abastecimiento mundiales producto del coronavirus. Reconoció la posibilidad que los precisos sigan aumentando “bien entrado el año que viene” y concluyó: “Ha aumentado la amenaza de una inflación persistente más alta”.

La Reserva Federal, que ya comenzó a retirar liquidez en Estados Unidos, está lista, afirmó su Presidente, para acelerar este proceso con el fin de combatir la inflación.

Después de estas declaraciones, los mercados de valores y divisas comenzaron a ajustarse fuertemente a la baja.

México es uno de las economías emergentes más vulnerables al endurecimiento de la política monetaria de Estados Unidos. Cuando allá retiran liquidez y suben las tasas de interés, aquí suele haber efectos muy adversos. Así ocurrió en dos grandes crisis del siglo pasado: 1981-1982 y 1994-1995.

Nuestro País está mucho mejor preparado en esta ocasión que en esos años. Estamos relativamente bien en la cuenta corriente, deuda pública, deuda externa y reservas internaciones. Pero tenemos una inflación alta con tendencia al alza.

El endurecimiento de la política monetaria estadounidense y la inflación doméstica obligará al Banco de México a hacer un ajuste muy fino en las tasas de interés nacionales. Es en este contexto tan complicado que entrará una nueva Gobernadora del banco central con nulo conocimiento sobre política monetaria. Afortunadamente, el de ella será un voto más de los cinco de la Junta de Gobierno que determina las tasas de interés. Además, contará con uno de los staffs más profesionales para apoyarse en ellos. Suerte a Victoria Rodríguez Ceja en su nuevo encargo. La va a necesitar.

Pero no todo dependerá de las decisiones de Banxico. El Gobierno de López Obrador debe entender el cambio de las circunstancias internacionales y actuar en consecuencia. La endeble recuperación de la economía nacional no puede sostenerse por una política monetaria relajada.

Ya sabemos que a AMLO no le gusta la solución keynesiana de gastar más dinero público para estimular la economía. En este rubro, es más ortodoxo que los del Fondo Monetario Internacional a quien tanto critica. Así que no esperemos mucho por el lado fiscal porque el Presidente no suele cambiar de opinión.

Queda, entonces, promover la inversión. No puede seguir espantando a los inversionistas con ocurrencias o reformas como la eléctrica. Por el contrario, es momento de atraer más capitales para acelerar el crecimiento económico.

Y aquí hay dos buenas oportunidades.

Una, la persistencia del virus. No hay mal que por bien no venga. Muchas empresas de Estados Unidos se quedaron sin insumos o productos porque la pandemia afectó las cadenas de suministros. Se dieron cuenta que es mejor producir cerca de donde se realiza el consumo que lejos. Por tanto, están considerando cambiar sus fábricas en Asia para trasladarlas a un lugar más cercano. México podría ser el destino perfecto. De hecho, algunas ya lo está haciendo. Eso explica el crecimiento dinámico en nuestra frontera Norte. Podría hacerse mucho más.

Dos, está un elemento político: El creciente enfrentamiento de Estados Unidos con China. En la medida en que el vecino del Norte siga imponiéndole cuotas y aranceles a los chinos, esa producción también podría venirse a México donde están protegidos por un tratado de libre comercio.

Dos oportunidades magníficas para México. Creo que AMLO las entiende. Sólo falta que las aproveche actuando en consecuencia.

Leo Zuckermann

Twitter:@leozuckermann

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