Televisiones Admiral o Sony Trinitron
El Gobierno actual ha retomado la vieja idea de industrializar al País vía la sustitución de importaciones...

Juegos de poder
El Gobierno actual ha retomado la vieja idea de industrializar al País vía la sustitución de importaciones, modelo conocido por sus siglas ISI que estuvo en boga durante el desarrollo estabilizador en el siglo pasado.
El Ejecutivo ha anunciado que impondrá altos aranceles a productos chinos y sudcoreanos, países con los que no tenemos un tratado de libre comercio, con el objetivo de hacer que su importación se encarezca y haya incentivos para que vengan a producirlos a México.
Es el mismo pensamiento que tiene el presidente Trump: Subir los aranceles para incentivar que la producción industrial regrese a Estados Unidos. No funcionará en el caso del vecino del Norte porque la desindustrialización allá se debe más a la automatización de los procesos productivos (la creciente presencia de robots en las fábricas) que a la entrada de bienes extranjeros libres de arancel ya sea de México, Canadá, la Unión Europea y/o China.
En todo caso, si quisieran recuperar los empleos en manufacturas, en lugar de imponer altas tarifas al comercio exterior, los estadounidenses deberían prohibir la utilización de robots en los procesos productivos, algo completamente absurdo.
Regresemos al caso mexicano. La pregunta es si vendrán muchas empresas a producir aquí si se elevan los aranceles a los productos chinos y sudcoreanos como propone el Gobierno de Sheinbaum.
¿Habrá un nuevo impulso a la industrialización vía la sustitución de importaciones?
Puede ser.
Valdría la pena, sin embargo, recordar algunos problemas que generó el modelo ISI implementado en México durante décadas.
La industria nacional, protegida con aranceles, produjo bienes caros y de mala calidad. Los empresarios no tenían incentivos para ser más competitivos. No gastaban, por ejemplo, en investigación y desarrollo tecnológico. No necesitaban porque, con los malos productos que enviaban al mercado, igual ganaban mucho dinero.
Doy un ejemplo. Las televisiones producidas aquí eran caras y de una inferior calidad a las estadounidenses, ni se diga de las japonesas.
En mi casa había una marca Admiral hecha en México, en blanco y negro, a la que constantemente había que pegarle un par de manotazos para que recuperara la señal. La visita de técnicos era frecuente para cambiarle los bulbos que se fundían.
Eso era lo que producía una industria protegida por el Estado con altos aranceles a la importación.
Y había otro fenómeno asociado: El contrabando.
Teniendo México una frontera de más de tres mil kilómetros con Estados Unidos, inevitablemente entraban productos contrabandeados de mejor calidad.
Para seguir con las televisiones, en las residencias más opulentas no había Admiral sino Sony Trinitron japonesas a colores y con control remoto.
Recuerdo la primera vez que vi uno de estos aparatos en la lujosa casa de un amigo de mi escuela. Pregunté dónde la habían comprado a lo que me respondieron que todo lo que había en ese hogar lo habían adquirido del catálogo de una tienda estadounidense. El menaje había llegado a la puerta de la casa en un camión de mudanzas, sin contratiempo alguno, proveniente del vecino del Norte, gracias a las gestiones de un eficaz contrabandista.
Los pobres y la clase media de menos ingresos estuvimos condenados a las deficientes manufacturas mexicanas. Los más ricos, en cambio, tenían a su disposición los mejores productos que llegaban a México vía el contrabando.
Nuestro País se ha beneficiado, sin duda, del cambio de modelo de desarrollo a uno de libre comercio. Los consumidores hemos sido de los más favorecidos. Hoy podemos ir a tiendas que venden buenos productos a buenos precios. Televisiones, por ejemplo. Algunas de ellas, por cierto, hechas en México.
En tiempos recientes, muchos mexicanos se han beneficiado de la entrada de automóviles chinos más baratos que otras marcas. Se calcula que la participación de mercado de los coches del gigante asiático ya es de alrededor del 20%. Esto ha enfurecido, obvio, a las marcas estadounidenses, japonesas, coreanas y europeas que compiten con ellos.
Ahora el Gobierno de Sheinbaum impondrá un arancel de 50% a los coches chinos como parte de su estrategia de industrializar al País vía sustitución de importaciones. Los consumidores mexicanos serán los afectados. Ya no podrán adquirir automóviles buenos y baratos. La pregunta es si este costo se compensará con el beneficio de un incremento de empleos en México gracias al retorno del ISI.
Yo me declaro escéptico. Hasta no ver, no creer. A lo mejor porque crecí pegándole manotazos a una televisión Admiral para poder verla.
Leo Zuckermann
X: @leozuckermann