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García Luna en prisión; Calderón en Madrid trata de justificar sus omisiones y fracasos

El caso García Luna y los tuits de Calderón en X evidencian la necesidad de una revisión de los mecanismos de rendición de cuentas en los más altos niveles del Gobierno.

Eduardo Ruiz-Healy

El miércoles, después de que Genaro García Luna fue sentenciado a 38.3 años de cárcel, su ex jefe Felipe Calderón difundió varios mensajes a través de su cuenta en X. Ayer ratificó lo que escribió en una entrevista que concedió a Ciro Gómez Leyva en Grupo Fórmula.

En sus tuits y declaraciones se destaca un cierto reconocimiento de errores en su política de seguridad, un llamado a la unidad nacional y el respeto expresado hacia el proceso judicial. Sin embargo, estos elementos positivos se ven opacados por una justificación excesiva de su gestión, una aparente evasión de su responsabilidad y la falta de una autocrítica profunda sobre quien fue su todopoderoso secretario de Seguridad Pública.

Es muy preocupante su explicación de que “nunca tuvo evidencia verificable” sobre las actividades ilícitas de García Luna. Esta declaración no tiene sustento alguno, porque: 1. Como Presidente, él tenía acceso a los más altos niveles de inteligencia y seguridad; 2. Durante su sexenio, hubo acusaciones sobre corrupción en las fuerzas de seguridad que merecían una investigación; 3. La estrecha colaboración entre México y EU en seguridad hace poco creíble que no llegara a sus manos información sobre García Luna, máxime que, como lo reportó ProPublica en enero de 2023 (https://shorturl.at/HwkEB), antes de que dejaran sus cargos en 2012 la DEA tenía pruebas de la alianza de García Luna con el narco; y 4. La responsabilidad presidencial en la selección y supervisión del gabinete implica un deber de vigilancia sobre la integridad de funcionarios clave. Insisto: O Calderón es un estúpido o, por lo menos, un encubridor.

Calderón defiende su estrategia de seguridad pese a que diversos expertos han señalado que: 1. El enfoque militarizado resultó en un incremento de la violencia, con una duplicación de los homicidios durante su sexenio; 2. Hubo un aumento en las violaciones a derechos humanos; 3. Descuidó aspectos como la prevención y el combate a la corrupción; y 4. La táctica de ir tras los líderes de los cárteles provocó la fragmentación de estos y el surgimiento de grupos más violentos.

En contraste con las tendencias internacionales que favorecen enfoques más preventivos, la estrategia de Calderón se distinguió por su carácter predominantemente militarizado y confrontacional. Mientras otros países han desarrollado estrategias multidimensionales, él optó por una “guerra frontal” que tuvo consecuencias no previstas y resultados cuestionables.

El caso García Luna y los tuits de Calderón en X evidencian la necesidad de una revisión de los mecanismos de rendición de cuentas en los más altos niveles del Gobierno. La lucha contra el crimen organizado requiere no sólo de un enfoque integral, sino transparencia absoluta y un compromiso inquebrantable con el Estado de Derecho.

Este episodio no sólo expone la debilidad de Calderón al supervisar a sus colaboradores, sino también la peligrosa miopía de una estrategia de seguridad que dejó más muertos que soluciones. Al final, la historia no lo absolverá, y las consecuencias de su fallida “guerra contra el narco” seguirán persiguiendo a México mucho después de sus burdas y mal fundadas justificaciones en redes sociales y programas de radio y TV, hechas desde la comodidad de su residencia madrileña.

Eduardo Ruiz-Healy

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