Humor dominical
Llorosa, tribulada y compungida, la chica le informó a su novio que estaba embarazada. “¡Caramba, Susiflor! -se mortificó él-. ¡Te pedí una prueba de amor, no de fertilidad!
Llorosa, tribulada y compungida, la chica le informó a su novio que estaba embarazada. “¡Caramba, Susiflor! -se mortificó él-. ¡Te pedí una prueba de amor, no de fertilidad!”
Un bromista le tapó los ojos a Himenia, madura célibe, y luego le dijo: “Si no adivinas quién soy tendrás que darme un beso”. Respondió Himenia prontamente: “¿Napoleón Bonaparte? ¿Harry S. Truman? ¿José María Morelos y Pavón?”
Doña Iglucia le reclamó a su marido: “¿Por qué nunca me compraste un abrigo de pieles? Siempre estaba fría”. Replicó el señor: “En la pregunta has dado la respuesta”.
El topo le propuso al conejito: “Vamos a jugar una carrera de aquí hasta aquel árbol. Yo iré bajo la superficie de la tierra; tú correrás sobre ella. El que llegue primero podrá disponer del otro a voluntad”. Aceptó la apuesta el conejito y arrancaron los dos a la voz de ya. Ni siquiera se acercaba todavía al árbol el conejito cuando el pequeño topo asomaba ya en la meta. Conforme a lo acordado, el topo dispuso del conejito según su voluntad.
“Dame la revancha” -pidió el conejito. Hicieron la carrera por segunda vez, y el resultado fue el mismo: A medio camino el conejito, ya había llegado el topo. El animalito repitió con el mohíno conejo la pasada acción. Picado el conejito -dicho sea sin segunda intención- le pidió al topo una nueva revancha. El resultado fue el mismo. Ya iba el topo a cobrar otra vez cuando una zorra que seguía de cerca los acontecimientos se dirigió al conejito y le dijo: “Eres un tonto. ¿No te has dado cuenta de que son dos topos, uno al principio y otro al final de la línea? Se están burlando de ti”. “Nada me importa -respondió con aflautada voz el conejito-. Deudas de juego son deudas de honor”.
La mamá de Castulito, muchacho ingenuo y cándido, le dijo preocupada: “He sabido que esa mujer con la que estás de novio es de la vida alegre”. Replicó Castulito: “¿Y pa’ que quiero una de la vida triste, ma?”
Babalucas decidió vender su coche, flamante, del año, con sólo 3 mil kilómetros en el marcador. Un amigo suyo ofreció comprarlo. “Te pido únicamente -le dijo a Babalucas- que le pongas el marcador en ceros para poder decir que lo compré en la agencia”. Pasó una semana y Babalucas no se aparecía. Su amigo lo llamó por teléfono. Le preguntó: “¿Te arrepentiste ya del trato?”. “No -contestó el badulaque-. Pero ando a la vuelta y vuelta de reversa a ver si así se pone el marcador en ceros”.
Un señor de ya avanzada edad llegó a una farmacia. Le pregunta al farmacéutico: “¿Tiene Viagra?”. “Sí -respondió el hombre-. Pero tratándose de alguien de su edad se nos pide que presente la receta de un médico. ¿Trae usted receta?”. “No -contestó el provecto señor-. Pero puedo mostrarle a la enfermita”.
El payaso del circo entró en su casa rodante y sorprendió a su mujer haciendo cosas de voluptuosidad con el contorsionista. “¡Ah, Lugarda! -le reclamó con dramático acento-. ¡Cómo puedes traicionarme así!”. “Perdóname -respondió ella-. Pero es que se sabe muchas posiciones”.
Dos amigos veían en la tele una película de ambiente judicial. Comenta uno: “Yo no creo en la eficacia de esas máquinas detectoras de mentiras”. “Yo sí -manifestó el otro-. Estoy casado con una”.
Dulcilí le dijo a su papá: “Mi novio y yo queremos pedirte algo”. Respondió de inmediato el señor: “Si lo que quieren es casarse, la respuesta es sí. Si lo que quieren es que les preste el coche, la respuesta es no”.
FIN.
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