NO a la privatización de la presa ALR, SÍ a su desarrollo estratégico
Cualquier planeador urbano consciente sabe que Hermosillo es un paradigma de antibienestar.
La propuesta de desarrollo inmobiliario de la presa Abelardo Rodríguez (ALR) y la construcción de tres adicionales despertó acalorados debates. A falta de detalles, siempre medulares, parece haber detonado más rechazo que aceptación. Los reclamos son legítimos, tratándose de 1,750 hectáreas del corazón de Hermosillo. Bien ejecutada, podría relanzar a la capital y sembrar horizonte. Mal ejecutada, podría causar una catástrofe ambiental y levantar sospechas de intereses auspiciadores.
Partamos de la premisa que Morena prometió no ser igual al PRI-PAN, rechazados por corrupción, incapacidad y políticas regresivas (que aumentan la desigualdad). Privatizar la ALR huele a desarrollo inmobiliario -como el del Vado del Río o Puerta Norte y Oeste- que poco sirvió a la gente y mucho al engrosamiento de las carteras de siempre. Además, la planeación fue equivocada: Desarrollo horizontal (no vertical sostenible), falta de transporte público, pocos espacios recreativos y exiguos bienes públicos. Gobiernos morenistas no deben repetir errores del pasado.
Cualquier planeador urbano consciente sabe que Hermosillo es un paradigma de antibienestar. La ciudad es cara para una familia pobre: Debe moverse en 1-2 automóviles, pagar un gimnasio privado o andar pavimento por ausencia de parques, comprar vivienda en colonias remotas por falta de alquileres controlados, etc etc. No es una ciudad para presumir, menos para atraer turismo a raudales; acumula lastres por una mezcla de improvisación, baja (y poco progresiva) recaudación y una ideología arraigada que privilegia la propiedad privada sobre la común. No tuvo que ser así -hay modelos de ciudad alternativos exitosos que lo prueban- ni tiene que seguir así a futuro.
Si el objeto final es asegurar más agua, bienvenido sea. ¿Pero qué sustenta construir dos presas más para llegar a tres? Si la demanda está ahora mismo satisfecha y la ALR aporta poco, la construcción de dos presas en simultáneo resulta cuestionable en un plazo razonable. Una solución más eficiente podría ser construir una y reducir paulatinamente el flujo proveniente del acueducto.
Es desaconsejable financiar esa construcción con la venta de terrenos, en la práctica una privatización de área pública. Uno de los grandes problemas estructurales de Sonora para ambicionar infraestructura de calidad es su baja recaudación propia -la menor en la frontera Norte-, aún con encomiables pero insuficientes esfuerzos recientes. Retomar la desincorporación de activos, sean federales o estatales, sería contraproducente. Se necesitan más bienes comunes y públicos, no menos.
Si se pretende recuperar terrenos federales, bienvenido sea; pero no los vendamos al mejor postor. Si Hermosillo tiene pocos árboles por habitantes y exiguas áreas verdes y de esparcimiento, la ALR podría convertirse en una reserva estatal estratégica para el desarrollo mixto. Ejemplos sobran.
Central Park (NY) solía ser un área pantanosa y basurero, y ahora tiene lagos artificiales y hasta un espacio para conciertos. Cuenta también con ciertas áreas comerciales para contribuir al mantenimiento.
La Ciudad de México tiene parques diseñados para inundarse y contener flujo. Si el temor del hermosillense es un desbordamiento futuro, como lo externaron especialistas, pueden destinarse áreas para lagos, reservorios, canchas y explanadas que sirvan de amortiguadores -otros serían el Vado y la construcción de presas río arriba- que a la par sean corazón de esparcimiento, orgullo para sus habitantes y promotores de turismo.
Hay espacio para la ambición. Por ejemplo, los márgenes secos podrían albergar vivienda pública vertical. Se hace en las grandes ciudades del mundo como Viena, Nueva York o Berlín, donde una parte de los alquileres está controlada y puesta al servicio de familias desfavorecidas. Podría financiarlo un impuesto a la propiedad al 5% más rico (para arrancar) y (si falta) deuda garantizada por esa recaudación y por el flujo futuro de alquileres, y hasta el Infonavit y privados podrían asociarse y compartir riesgos. Extender la mano a la Federación limita el abanico de opciones y condena a una perenne dependencia.
Abundan ideas y existe voluntad de cambio: Sí se puede. Están en juego nada más y nada menos que el espíritu transformador; el corazón de la ciudad, y el modelo de convivencia urbana. Seamos responsables.
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